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domingo, mayo 10, 2009

Sociedad desconfiada en tiempos de virus y elecciones

Foto: César Huerta/Extensión Medios

JORGE GÓMEZ NAREDO

La Jornada Jalisco

¿Miedo?, ¿desconfianza?, ¿incredulidad?, ¿alarma?... ¿Qué pensar? ¿Vuelta a la “anormalidad” –es decir, receso de la “normalidad”–?, ¿más clases suspendidas?, ¿más eventos culturales cancelados?, ¿un novísimo brote de influenza A/H1N1 en Jalisco? Todo produce suspicacias. ¿Por qué unos creen y otros no?, ¿por qué unos se avituallan y se encierran en sus casas para evitar un posible contagio y, otros desesperan y las medidas de alarma no les afectan, no las respetan: son indiferentes?, ¿qué hay detrás de estas actitudes divergentes?

El virus de la influenza se da en un país, digamos lo menos, kafkiano: gobiernos ilegítimos, ilegales y cínicos; empresarios voraces y corruptos; instituciones decadentes, sistemas de salud y de educación desmantelados; una clase política hipócrita, acostumbrada a mentir, a engañar, a decir sí cuando es no, a mencionar un no cuando en realidad es un sí. Vivimos en un país donde la simulación es la ley, un país regido por dos televisoras que acomodan la realidad a su antojo o al antojo de sus anunciantes (muchos de ellos ínclitos miembros de la elite política). Por eso, demasiadas personas se preguntan, ¿el virus es real?, ¿es un invento de las autoridades?, ¿una cuestión política relacionada con las próximas elecciones?, ¿o quizá es un complot mundial para reactivar el capitalismo de capa caída? ¿O puede ser que sea este virus el inicio del Apocalipsis, del fin de la humanidad?, ¿todos vamos a morir?, ¿todos estamos infectados y no nos han dicho? El creer y tener fe en las autoridades no es lo acostumbrado en buena parte de quienes habitan estas tierras. Y no es así porque dichas autoridades ha mentido, han escondidos cifras, han maquillado problemas, han hecho todo lo posible para que la confianza, simple y llanamente, quede enterrada, secuestrada, liquidada.

El caso de Jalisco es emblemático: cuando el gobernador mencionó que a la entidad el virus A/H1N1 no había llegado, muchos se preguntaron: ¿qué esconde?, ¿por qué aquí no hay casos “confirmados” y en muchos otros estados sí?, ¿nos está mintiendo?, ¿qué oculta? Hoy, que se ha hecho el anuncio esperado desde hace varias semanas (en Jalisco sí hay casos de influenza y además hay muertes), se duda. Se duda de la veracidad de las palabras de Emilio González Márquez: algunos piensan que los casos son más y que los decesos superan con mucho a los tres aceptados. Otros, en cambio, piensan que todo es un manejo político y el virus una entelequia. ¿Por qué se duda?, ¿por qué no se tiene confianza en las autoridades?, ¿qué nos ha llevado a este constante estado de incredulidad?

El brote de un virus hasta ahora desconocido se da en un país donde las autoridades son conceptuadas de mentirosas, de ocultar siempre los datos, de borrar las cifras, de maquillar las realidades. La clase política se caracteriza por eso. Y esto no es un descubrimiento ni es encontrar el hilo negro. Basta mirar un poco las actuales campañas políticas. Jorge Salinas promete áreas verdes, transporte digno y tolerancia; Jorge Aristóteles Sandoval firma convenios de transparencia y ofrece una Guadalajara mejor; Carlos Orozco Santillán se obliga a dar más justicia; Guillermo Martínez Mora garantiza pavimentos; Héctor Vielma hace lo mismo, o algo parecido. Muchas promesas, demasiadas promesas. Y buena parte de los jaliscienses saben que todo es mentira: palabras vacías, engaños para ganar votos.

Pierre Rosanvallon, historiador y politólogo francés, ha dicho que hay en el mundo una “sociedad de la desconfianza”. Para potenciar su argumento menciona que la democracia precisa de dos variables importantes: la legitimidad y la confianza. De la primera menciona: “la legitimidad [es] una cualidad jurídica, estrictamente procedimental; es producida de modo perfecto y absoluto por la elección”. La confianza, en cambio, “es mucho más compleja”. En estas tierras hay una legitimidad sospechosa (el caso de las elecciones presidenciales de 2006 es clarísimo) y una total ausencia de confianza. Por eso, los discursos de autoridades, políticos, líderes de partidos e incluso de opinión, son siempre tachados de mentiras, o mentiras a medias. La desconfianza es mucha.

Cuando Emilio González Márquez, el viernes pasado, declaró que a Jalisco ya había llegado el virus A/H1N1, muchos ciudadanos desconfiaron. Y es entendible: la desconfianza es lo de todos los días. ¿Por qué habríamos de creerle a unas autoridades que siempre han mentido, que han engañado constantemente, que han ocultado?, ¿por qué? Además, claro está, la información que se ha dado sobre la epidemia ha sido caótica, tanto a nivel federal como estatal: primero había más de 130 muertos por el virus A/H1N1, después esa cifra se redujo a siete: hoy se admiten alrededor de 40. ¿Quién va a confiar en unas autoridades que se han caracterizado por su venalidad, por el ocultamiento de información y por pintar una situación halagüeña cuando lo que se tiene enfrente es un desfiladero?

Mientras muchos jaliscienses no creen o creen a medias todo lo relativo al virus A/H1N1 (unos niegan su existencia y otros, en cambio, piensan que hay muchos casos del virus en Jalisco y que éstos han sido ocultados por las autoridades), los candidatos a puestos de elección popular continúan sus campañas políticas. Prometen justicia, tolerancia, democracia, participación ciudadana, empleo digno, libertad, abundancia, responsabilidad, bienestar, salud, educación y un largo etcétera. En cada acto de campaña, quizá esté por ahí el virus A/H1N1. Dicho virus mata si quien lo contrae no se atiende de manera rápida. Pero matan más esas palabras huecas llenas de hipocresía y pletóricas, sí, pletóricas de cinismo.



::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Lic. Andrés Manuel López Obrador en 2009::

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