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lunes, mayo 25, 2009

Confesiones de un adulto joven


Jorge Gómez Naredo
El Occidental
25 de mayo de 2009


Me miro al espejo: veo un rostro con dos ojos, una boca, cejas, pestañas y cabello. Veo piel, barbilla y unos hombros: ¿qué será de mí?, ¿hacia dónde me dirigiré? Yo pienso que muchos se hacen estas preguntas cada vez que se miran, detenidamente, en el espejo. Y es que en este país hay inseguridad. Pero no solamente la relacionada con los secuestros, con los robos o los asesinatos. Hay inseguridad sobre el futuro: nuestro futuro.

En unas cuentas semanas, según el Instituto Nacional de la Juventud, dejaré de ser joven. Ahora, ellos me indican, me convertiré en adulto. Un adulto joven. ¿Y qué es lo que tengo? A nivel personal, algunos fracasos, llanto, lágrimas, alegrías, días en que fue feliz y días en que fui el hombre más aborrecible del mundo. Fui bueno y malo, ético e hipócrita. Digamos: demasiado humano. Defectos, aciertos, segundos de brillantez y muchos minutos de estupidez. No tengo hijos. Eso sí, poseo tres perras. Pero no es lo mismo. O la gente me dice que no es lo mismo: hay grandes diferencias entre ser "amo" y ser "padre". Yo no lo sé de cierto: jamás me han dicho papá.

No me he casado, en principio, porque nunca he tenido dinero para hacerlo: los gastos, el alquiler de un departamento (una casa ni soñar) y el menaje indispensables para la vida moderna de hoy (refrigerador, estufa, calentador, muebles, sillas, cama y un largo etcétera) resultan verdaderos obstáculos para establecer un matrimonio. Sé que el dinero no fue el único impedimento. También lo fui yo. No lo quería. Y después que quise: vino el fracaso vestido de mis errores.

Ahora, en unas cuentas semanas más, dejaré de ser joven. Me dicen que seré adulto. Un adulto joven. Y me pregunto, ¿qué seguridad tengo? He estudiado toda mi vida. Licenciatura, maestría y ahora doctorado. Cuando he trabajado, me han explotado. Al principio me decían que no tenía experiencia, después: que estaba sobrecalificado. Ahora recibo de ingreso una beca, pero, ¿más tarde, de qué viviré?

Yo quería que ganara López Obrador la Presidencia de la República. No por fanatismo, no por una admiración inconmensurable. Quería que ganara porque sabía (estaba y estoy convencido), que con él las cosas serían un poco más justas. No mucho, solamente un poco. Y eso era bueno para un país donde la gente vive en la pobreza. Pero no ganó. O más bien, sí ganó, pero le robaron la presidencia: hicieron fraude los potentados de este país.

Hoy, a casi tres años de ese 2006, la situación se ha puesto mal: quienes prometieron empleo, estabilidad y combate a la corrupción, han tenido una gestión caracterizada por la pérdida de empleos, la inestabilidad económica y los altos índices de corrupción. Y eso se vive abajo, con la gente. Buena parte de mis amigos (algunos verdaderamente brillantes en lo que hacían), o se han tenido que ir del país o están recibiendo sueldos de mierda haciendo trabajos de mierda. Algunos optaron por seguir estudiando (siempre en un posgrado donde hubiera becas y pudieran sobrevivir unos cuantos años), pero después: viene el desempleo. Sí, el desempleo de licenciados, de maestros, de doctores y post-doctores. Y claro, somos (los de arriba nos dicen) los que tenemos oportunidad de estudiar: los "privilegiados".

Sé que pronto dejaré de ser joven. Me dicen que seré un adulto. Un adulto joven. Y me vienen muchas reflexiones a la mente. Pienso, por ejemplo, que hay gente sin trabajo, desesperada por encontrar uno. Y hay muchos con empleo, que reciben salarios que no sobrepasan los tres mil quinientos pesos al mes (lo que se gasta un "joven bien" en un fin de semana de antro). No sé si es cuestión de echarle la culpa a alguien. Quizá sea nuestra culpa: ¿cómo hemos podido soportar a unas autoridades que nos han llevado a un despeñadero y a unos patrones que nos explotan tanto? Sí, lo sé. Es difícil luchar cuando se precisa comer, cuando se tiene hambre. A mí me gustaría que el pueblo se levantara, que se inconformara, que decidiera de una buena vez por todas limpiar este país. Sé que sueño. Que eso, quizá, no pasará. Pero cómo me gustaría que fuera así. Aunque sea un poquito. Ya me imagino a Vicente Fox y a Felipe Calderón y a tantos otros encarcelados, tras las rejas. Sí, eso sería bonito: simplemente lo justo. No sé si se logre. Pero sería sano para este país. Cuando me digan: ya no eres joven, eres adulto, un adulto joven, yo agregaré: un adulto joven que quiere (ah, qué terco soy) cambiar el mundo..., y no me desilusiono.

jgnaredo@hotmail.com

::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Lic. Andrés Manuel López Obrador en 2009::

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