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martes, agosto 12, 2008

Opinión.- Germán Robles

Germán Robles
Código Político
12 de agosto de 2008


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Crimen organizado: economía y modelo cultural, las raíces del problema.


Para comprender la complejidad de fenómenos como la delincuencia, narcotráfico, secuestro, es decir, el crimen organizado en un país como México no basta detenerse en pensar más que en policías, pistolas y ladrones.

Por complicado que parezca para encontrar una solución efectiva a dichos problemas; siempre ayuda y de mucho comprender por principio la naturaleza que los crea y deriva.
Y cierto, es la falta de empleos, de oportunidades, sueldos bajos y una economía precaria el mismo germen que genera la delincuencia.

Falso que el problema desaparezca con la llana creación de empleos, el “desarrollismo” de la economía a costa de lo que sea y “la multiplicación de los panes”. La delincuencia y el crimen organizado derivan no sólo de una economía retrasada y el desempleo per-se, sino que, por si fuera poco, son remanentes del modelo económico mismo, el modelo cultural y el culto a la impunidad y la negociación política de pillerías y violaciones a la ley cometidas por los altos mandos.

¿Por qué el modelo económico?, por la simple razón de que el modelo neoliberal -a casi treinta años de su establecimiento- ha demostrado su fracaso y deshumanización; bajo este modelo no puede existir un desarrollo económico equitativo, ni mucho menos un crecimiento exponencial de la economía que permeé a todos los sectores sociales.

Modelo mal –o convenientemente- aplicado; cuyos oligopolios que homogeneizados con una clase política corrupta y en firme impunidad han hecho de México un verdadero paraíso de indignante asimetría social cuyas groseras riquezas han sido divididas entre un vil puñado a costa de las mayorías.

En resumen, de nada sirve el desarrollo de la economía bajo este modelo, ni el desmantelamiento del estado para el crecimiento económico; primero porque en México no ha funcionado, vaya las recetas neoliberales no son lo que solían o nos platicaron que iban ser. Luego por la razón de que el modelo está diseñado para unos cuantos y suponiendo que llegase a expandirse hasta dejar repletos todos los rincones de la economía y la población, el modelo en sí mismo es insostenible.

Y por si fuera poco, en esta exploración a las profundas raíces del crimen y delincuencia, como ya mencionamos no sólo basta el desarrollo económico es decir el crecimiento, ni el golpe de timón en el modelo económico -pues estos puntos son sólo una fracción de un todo por resolver-. Se requiere además una transformación profunda del modelo cultural de los mexicanos, mismo que mermaría la indignante y cínica celebración de la impunidad que lleva a cabo toda la clase política, dirigente y gobernante. El pequeño detalle es que esto podría llevar varias generaciones y la gestación no va por buen camino.

Pero ¿A que nos referimos con un cambio en el modelo cultural? A un cambio de la estructura mental de los mexicanos, donde seamos capaces de conceptualizar, comprender y actuar ante los fenómenos que nos afectan –como la delincuencia y el crimen- observando sus matices reales y no basados en intereses de grupo, atavismos o autoengaños. Cambio, que entre muchas otras cosas quite la legitimidad y el gran valor social y ciego que se le da al dinero y a quienes lo detentan.

Y aunque nos tachen de marxistas, de trasnochados, y lo que se guste; en el observar de su naturaleza a los fenómenos producto del capitalismo se explican muchas cosas. No olvidemos que todo sistema económico social ejerce medios de coerción “extraeconómica”. Es decir desde el resquebrajamiento de la estructura feudal en la edad media y el esclavismo, los potentados –quienes fabrican leyes a su contentillo- hicieron lo mismo de vagos, enfermos, lisiados, desempleados y viciosos la “materia prima” para crear y llenar las cárceles, haciendo punible la no participación en la economía y el no reunir las condiciones para ser trabajadores, desde luego amparados en el cuerpo de leyes y uso de la fuerza de las autoridades civiles o políticas.

Precisamente, por el origen económico que tiene el cáncer de la delincuencia, es que nos adentramos así a un segundo nivel de coerción “extraeconómica” que no sólo involucra a los anteriores infortunados, sino que también lo hace con desempleados, despedidos, con quienes no les alcanza para sobrevivir, y también con quienes viven en condición de migrantes. ¡Y claro! La verdadera delincuencia organizada está libre, vistiendo de traje y corbata, mientras no hay cárceles ni ley para los de su condición.

Casualmente, las clases dominantes, se valen de la coerción extraeconómica, criminalizando y penalizando mediante sus propias leyes a quienes no se ajusten a su modelo, ¿Ha cambiado algo de esto desde hace más de quinientos años? Una coerción para amparar su sentido de “justicia” y venganza y para dominar el ejercicio de la economía e impeler a las personas al mismo.

De ahí, que los potentados, son también y por mucho parte del problema; pues ellos jamás estarán de acuerdo con una exponenciación y crecimiento del mercado interno ni el cambio de rumbo de la economía; ¿Por qué? Porque nunca pondrían en riesgo sus concesiones económicas ni acuerdos políticos, pues de lo contrario verían afectados sus privilegios como casta, lo mismo que sus ganancias onerosas. Así que ellos en la práctica no son la respuesta económica para combatir a la delincuencia. Lo trágico y contradictorio es que ellos son los dueños del dinero.

Y justo, porque los potentados “no tragan fuego”, es que jamás romperán sus reglas de oro de coerción “extraeconómica”, que es lo que justifica la existencia del aparato represivo del estado mexicano, y el uso de un número mayor de policías, ejercito y más pistolas como solución única y providencial. Porque ante todo está la salvaguarda de sus bienes capitales y atesoramientos.

Más coerción, más cárceles, más y peor preparados policías, no son la solución. Menos si en el conjunto estos se asocian a una economía precaria, al desempleo y la carestía creciente que vivimos los mexicanos con un rumbo económico que nos lleva al despeñadero.
Y sin ánimo de ser pesimistas, aún cuando así, suponiendo, que los astros se alinearan para resolver de fondo la crisis económica y hubiese un cambio de modelo y se rompieran las leyes coercitivas del mercado, -cosa que nos conduciría a otro régimen totalitario-. Lo anterior de nada sirve, si seguimos siendo el mismo paraíso de corrupción e impunidad. ¿Y cómo resolver estos fenómenos?

Sólo es posible controlarlos, y parte con un cambio del modelo cultural ya mencionado anteriormente, modelo que empieza desde la cuna, en casa, en escuelas y con la acción de la sociedad misma, clases medias, populares y potentadas, en conjunto de esfuerzos para afrontar un problema común. ¿Si no somos nosotros quienes lo harán?

¿Acaso asistiremos a las autoridades para que sean juez y parte?, ¿con que confianza? pues no les falta la razón a quienes aseguran que la delincuencia está en la clase política, pues son jueces, gobiernos de todos los niveles y partidos los que están involucrados. Es como pedirle “peras al olmo”, y más cuando sabemos de informes que citan que la mitad de los municipios del país están copados y controlados por las manos del narcotráfico. En otros términos, más de 50 millones de mexicanos estamos controlados de forma directa por el narco por medio de este o aquel partido y si aplicamos una media proporcional 15 estados de la república están administrados bajo el yugo del crimen. ¿Si esto no es de terror, entonces qué es?

Y no es que debamos esperar que la delincuencia, el narcotráfico y otros delitos desaparezcan todos un día del mapa, todos los países, aun los más industrializados sufren criminalidad, pero el “caldo de cultivo” socio cultural de los mexicanos hacen muy peculiares, -atípicos incluso- a los fenómenos del crimen organizado, porque involucran como en muy pocos países a la clase política y cuerpos policiacos en los más altos niveles de complicidad.

Y en el camino, de esto que parece un inagotable círculo vicioso surgen otras reflexiones. Primero el beneplácito por la labor de diversos periodistas en diarios nacionales por dar un equilibrio en la información, y es que si bien repugna e indigna el secuestro y asesinato del joven Fernando Martí, existen periodistas, que de suyo, hacen en sus espacios la encomiable documentación de otros casos brutales donde lo mismo clasemedieros y gente de los estratos más pobres han sido víctimas del crimen y la complacencia oficial.

Además, manifestamos el repudio al señor “legal”-Calderón- por su rancio oportunismo y demagogia al proponer el tema de “la pena de muerte a secuestradores”, así como los medios lacayos que lo secundan en tan estéril propuesta. Indigna además esa expresión que circula entre pasillos oficiales de cómo afrontar mediáticamente lo que a su saber consideran “secuestros de alto impacto”. Es decir, que los jodidos y los de a pie ante la criminalidad son sujetos de “bajo impacto”. ¿Cómo la ve?

De esas frases ya estamos hasta el hartazgo, no aceptarlas también tiene que ver con un cambio en el modelo cultural. Lo más grave es que esta guerra al modo del señor “legal” y la oligarquía no sólo está costando vidas sino que está muy lejos de resolverse; pues sus operativos solamente atarantan a la “chiquillada” es decir a los distribuidores de la droga, la cual al serles esta incautada hace que los mismos delincuentes se vean obligados -ya sea en libertad, gracias a la impunidad o desde la cárcel -a entregarles a los capos “de arriba” el dinero del cual son acreedores. Y en su desesperación ¿cuál cree usted que es la siguiente forma de conseguir ilícitamente ese dinero? Correcto, el secuestro, de ahí su aumento, gracias a los estériles operativos “cucaracha” del señor “legal”.

Y sabemos bien que los cambios necesarios para abatir la delincuencia – deseables- no son cosa fácil, pues para echarlos a andar, acabar con el secuestro y el narcotráfico, se requiere no menos que echar la casa por la ventana y eso afectaría a la economía toda, ¿pues cuantos políticos, “gente bien” y funcionarios de primer nivel cree usted que están involucrados en actividades ilícitas?, ¿Cuánto de la apología cultural del crimen y el narcotráfico no se vendría abajo?, ¿Cuántas plazas laborales, comercios, negocios, marcas de peso y fortunas no se vendrían abajo al quedar en entredicho o al descubierto contubernios entre poder y narco?.

No tenemos ni idea del tamaño del boquete que esto significaría a la economía y finanzas del país, incluso a la estabilidad política. De ahí que en los hechos ni a los potentados ni a la alta casta política les interesa combatir el fenómeno de la criminalidad a fondo. ¿Porqué?...porque muchos de ellos forman parte de la misma y otros la recrean para reproducir y proteger sus propios intereses. Así todo debe ser represión, más policías, más ejército y más pistolas. Un combate a los pobres y en la epidermis, sin rascar lo más mínimo en la podredumbre porque "perro no traga perro". Así de simple y macabro.

… ¿Qué será más fácil o pronto de llevar cabo que pueda resolver de raíz esta problemática?; ¿un cambio de modelo económico?, ¿un crecimiento maximizado de la economía “neoliberal”?, ¿un cambio del modelo cultural o estructura mental de los mexicanos?, ¿la recapacitación de las fuerzas del estado por los mínimos de eficacia antes de que el país explote en llamas y con él el estado mismo?
Pero hay una pregunta quizá más importante… ¿Cuántos crímenes, asesinatos, secuestros, miedo y destrucción de vidas somos capaces de seguir soportando antes de decidir actuar por cualesquiera de los anteriores caminos?


::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Peje en 2008::

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