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martes, junio 17, 2008

Los motivos del Cardenal

Roberto Blancarte
Milenio
17 de junio, 2008.

En un gesto inusitado, hace unos días, el cardenal Juan Sandoval Íñiguez, arzobispo de Guadalajara, “sugirió” a la Fundación Pro Construcción del Santuario de los Mártires –como si no tuviera nada que ver con ella– que “considere la posibilidad” de regresar los 30 millones de pesos que le donó el gobernador de Jalisco y que ya no reciba los 60 millones restantes prometidos por el mandatario panista. La tan repentina como inusual prudencia del purpurado sorprendió hasta a los propios miembros de la fundación citada. El tono moderado y comprensivo del cardenal contrasta por lo demás con el estilo bronco, autoritario y regañón que hasta hoy ha marcado sus intervenciones públicas.

El arzobispo de Guadalajara no acostumbra “sugerir”, sino más bien ordenar. No les pide a quienes dependen de él que “consideren la posibilidad” de hacer algo, sino que les dice qué hacer. Juan Sandoval Íñiguez tampoco acostumbra aceptar sus errores. Suele empecinarse en ellos. No recuerdo que haya dado marcha atrás a ninguna de sus posiciones o de sus proyectos. El ejemplo número uno de este característico empecinamiento es el famoso “santuario de los mártires” cristeros. Se trata de un enorme elefante blanco, construido en una época en la que los templos de ese tamaño se están vaciando o están siendo utilizados para el turismo y en la que las iglesias, al igual que todas las instituciones del país, resienten la escasez de recursos. Pero eso no le ha importado al cardenal; en lugar de dirigir los donativos de los fieles hacia las tan necesarias obras de beneficio para la comunidad, se empeña en construir el templo más grande de América Latina. Y como evidentemente no hay dinero que alcance para edificar esa nueva pirámide faraónica, pues el arzobispo ha tenido que echar mano de todo, incluido del dinero público, con lo cual tuvo como donantes cautivos en la práctica a evangélicos, mormones, Testigos de Jehová y por supuesto a los propios católicos, estuviesen o no de acuerdo con él. Todo eso por supuesto, con la complicidad del actual gobernador, quien usó el dinero de todos para quedar bien con su líder moral. En el fondo está un proyecto común que podemos definir como “neocristero”, porque busca recuperar la imagen e historia de esos luchadores contrarrevolucionarios, para consolidar un régimen local y regional opuesto a la laicidad del Estado mexicano.

La pregunta que nos podemos hacer es si este cambio de opinión que presenciamos, responde a una súbita comprensión de que se trataba de una acción abusiva, indebida y arbitraria, contraria a la libertad de creencia (porque nadie debe estar obligado a sostener materialmente las creencias de otros), o si es simplemente un gesto político, destinado a apaciguar las aguas que amenazaban con hundir al panismo yunquista en la región. La razón expuesta para este cambio de rumbo es que “la paz y la concordia en la sociedad deben estar por encima de cualquier otra cosa”. Lo cual es muy cierto. Pero significa, sobre todo, un reconocimiento de que las protestas fueron generalizadas, lo cual incluye a católicos y panistas.

La Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco recibió más de siete mil quejas de ciudadanos. La Cámara de Diputados federal se movilizó para revisar las partidas otorgadas, las protestas arreciaron y el llamado góber piadoso tendrá que rendir declaración ante un juez de distrito para responder acerca de sus vínculos con el organismo beneficiario del donativo.

Evidentemente, el arzobispo de Guadalajara y el gobernador de Jalisco decidieron cortar por lo sano. Y qué mejor salida que “sugerir” a la fundación en cuestión que “considere” regresar el dinero mal habido. El cardenal aparece así como la persona prudente y conciliadora que no es, y el gobernador, en principio, se salva de las inspecciones presupuestales y de la función pública que inevitablemente se ciernen sobre él. Lo cual no está garantizado, pues es probable que las diversas investigaciones sobre la ilegalidad de las aportaciones sigan su curso.

Me niego a creer, sin embargo, en este acto de prudencia del cardenal. En primer lugar porque, es evidente, la decisión les ha sido básicamente “arrancada” tanto al cardenal como al gobernador. No veo, sinceramente, a estos dos personajes renunciando a la oportunidad histórica que ofrece la toma del poder por parte del integrismo católico en Jalisco, que les permite canalizar recursos a la Iglesia católica. Si la vía de los donativos directos se les cerró, prudentemente han aceptado la derrota, pero no veo nada en la trayectoria de ellos que nos permita pensar en una conversión a los principios de la laicidad. Intentarán, si los ciudadanos se lo permiten, nuevas maneras de canalizar recursos para alcanzar su mismo objetivo. En otras palabras, el proyecto neocristero sigue vivo. Su símbolo más conspicuo es el “santuario de los mártires”. Pero detrás de ese megatemplo hay más que megalimosnas o recursos desviados del erario público. Existe un proyecto político-eclesiástico de corte integrista, el cual pretende dar marcha atrás a una sociedad secularizada y a sus instituciones laicas.
blancart@colmex.mx

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