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lunes, abril 14, 2008

Opinión - Jorge Gómez Naredo

Artículo publicado en La Jornada Jalisco, el 13 de abril de 2008.

El descontento se manifiesta: más allá de la macrolimosna

Jorge Gómez Naredo

jorge_naredo@yahoo.com

El viernes pasado más de mil quinientos jaliscienses marcharon. Y marcharon enojados, con rabia, coraje e irritación. Pero también con alegría, creativos, con mensajes que expresaban nítidamente el sentir de buena parte de la población hacia las pifias de Emilio González Márquez.

El principal motivo de la manifestación fue el rechazo rotundo a la macrolimosna, ese inefable desvío de fondos del erario público hacia la arcas (bastante abultadas) de la Arquidiócesis de Guadalajara. En las pancartas se podían leer mensajes tan elocuentes como el que sostenía en su lomo un perrito beagle: “el ser ‘mocho’ no quiere decir que moches el erario público”. El descontento por la pingüe limosna es un eslabón más en la inconformidad ciudadana, es decir, la población (o buena parte de ella), no se manifiesta en contra solamente de la “donación” hecha al clero jalisciense, sino que reprocha y rechaza una cadena de desaciertos que ha cometido el ejecutivo local de manera constante.

En la marcha no únicamente se mostró la inconformidad hacia González Márquez: el cardenal Juan Sandoval Iñiguez también fue objeto de numerosas críticas. Y es que para buena parte de la sociedad, el desvío de fondos a la iglesia católica no es una donación de un gobierno inepto a una institución santa, sino el contubernio corrupto entre las autoridades civil y eclesiástica, algo inaceptable en un estado supuestamente laico. González Márquez y Sandoval Iñiguez son, pues, personajes repudiados.

Quizá el cardenal y el gobernador pensaron, cuando planearon y anunciaron públicamente el cuantioso donativo, que los jaliscienses iban a aceptar rápido y de buen agrado el hecho, que lo iban a festejar. Erraron: un considerable número de fervientes católicos están en desacuerdo con la limosna, incluso muchos ciudadanos que ven en Sandoval Iñiguez a un guía espiritual, no han mostrado su aquiescencia al controvertido obsequio y sí han evidenciado su enfado hacia los constantes desvaríos del ejecutivo estatal.

Y es entendible, pues en Jalisco se carece de mucho, incluso de lo más indispensable: faltan hospitales y escuelas, transporte digno, carreteras, empleo, seguridad: hay pobreza. La donación de noventa millones a la Arquidiócesis, en el imaginario colectivo, es vista como una afrenta, porque con ese dinero se pudieron haber llevado a cabo otros proyectos: pavimentar calles, mejorar la infraestructura de las colonias o de los municipios, estructurar planes sociales de desarrollo y un largo etcétera.

El enojo fue evidente en la marcha: los estentóreos coros de los inconformes no solamente pedían el reintegro de los 30 millones que hasta ahora se han regalado a las voluminosas arcas de la Arquidiócesis de Guadalajara. También querían la renuncia del gobernado. Varias mantas y pancartas solicitaban la destitución de González Márquez por incompetente. Los gritos de “fuera Emilio” demostraron que no solamente se expresa la inconformidad hacia las erradas acciones del gobernador, sino que se comienza a plantear su salida del cargo. Y eso ya es un paso más en el descontento ciudadano.

En lo que va de sexenio (un año) Emilio González Márquez ha logrado lo que muchos veían imposible, irrealizable, utópico: una primigenia organización de la sociedad que busca ejercer su ciudadanía y manifestarse de manera constante a favor del mejoramiento de las condiciones sociales de las mayorías. Cuando se intentó cobrar el impuesto por las placas (el famoso “placazo”) muchos automovilistas rechazaron el hecho, pues les afectaba directamente. Ahora, con la donación a la construcción del santuario de los mártires, no hay una afectación directa, es decir, no se cobrará a los ciudadanos un impuesto por “dádivas al clero”, sino que es un daño indirecto: desvíos de fondos públicos. Es en este proceso donde puede surgir un movimiento social que planteé mayores miras en sus demandas. Por ahora, ya no solamente se pide el regreso del dinero a las arcas públicas y un proceder más inteligente en la administración local, sino que se busca la salida del gobernador.

Quizá Jalisco no se convierta en un núcleo de grandes manifestaciones (la del viernes pasado fue multitudinaria para los parámetros de las marchas en Jalisco) o un semillero de movimientos sociales, pero poco a poco la sociedad comienza a despertar. Quizá no sea un amplio despabilamiento, pero es un duro golpe a la endémica apatía de los jalisciense por todos los temas políticos y sociales. Y eso se necesita, se precisa urgentemente, porque si no hay movilización, si no existe una organización en el pueblo, si no se da una crítica sistemática a las ineptitudes y devaneos de las administraciones locales, la situación continuará igual: seguiremos tolerando “representantes populares” tan cavernarios y jactanciosos como Francisco Ramírez Acuña o tan mochos, corruptos y banales como González Márquez. Y eso no beneficia, en absolutamente nada, a Jalisco.

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