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viernes, febrero 15, 2008

Opinión - Maria del Rayo Calderon

El Santiago, río tóxico

A Miguelito: que tu muerte no sea en vano

Publico

El río Santiago y Miguel Ángel López Rocha, de ocho años, tuvieron el 25 de enero un encuentro funesto. Miguel Ángel cayó accidentalmente al río muerto del Santiago. Su pequeña vida pagó el precio. Miguelito llegó grave al Hospital General de Zoquipan. En sus análisis se señala intoxicación por arsénico. La autoridad vacilante no nos dijo la verdad. Ayer falleció.

Lo que le sucedió a Miguelito es una secuencia de sucesos trágicos. No lo conozco, pero me lo imagino alegre, ocurrente, juguetón, travieso, como cualquier niño de su edad, con el derecho constitucional de vivir en un ambiente sano. Y cuando se piensa, y se siente de esta manera, todo adquiere otra dimensión. Da cuenta de que a lo que se enfrenta Miguel no sólo es a luchar por su vida, sino a un sistema de gobierno y a una cultura política que han dejado de preocuparse por la ciudadanía, inmersa en defender sus pequeños cotos de poder, su status quo, sus intereses personalísimos y profundamente egoístas.

Tenemos novelas que van al cielo, del Gobierno del Estado y Televisa, pero no tenemos plantas de tratamiento eficaces y suficientes (www.ceajalisco.gob.mx). En agosto de 2005, la LVII Legislatura de Jalisco liberó 3,500 millones de pesos para el saneamiento de las aguas del río Santiago y sus afluentes. Según la Comisión Estatal del Agua (CEA), comenzarían por la cuenca del Ahogado (decreto 20560). A casi tres años de la noticia, no hay la intención de que esto se cumpla.

El Santiago es el final de la Cuenca Lerma-Chapala, y según datos de la Comisión Nacional del Agua (CNA) es el afluente más contaminado de México. La cloaca más grande, más inmunda y más peligrosa, en la que coexisten un sinnúmero de elementos denominados metales pesados (cromo, arsénico, plomo, mercurio, cadmio, entre otros: Estudio para la Caracterización de los Lodos de los ríos Verde y Santiago. CEA/UdeG, 20 de septiembre de 2003).

Los industriales vierten sus desechos tóxicos al río y lo hacen clandestinamente. Los habitantes de las comunidades vecinas lo saben, porque el olor se vuelve insoportable a altas horas de la noche. Quienes violan la ley son poderosos y difícilmente los atraparán. No hay justicia ambiental.

Poco importa que hayan convertido las tierras aledañas al río en lugares para vivir inseguros y degradados. Todos ellos tienen sus mejores aliados, sus más generosos protectores, en las autoridades en turno. Si no fuera así, simplemente no habría río contaminado. En México es un delito grave contaminar las aguas (Ley de Aguas Nacionales, artículo 85°, 86°, 96° BIS y 96° BIS 1).

¿Qué decir de las inmobiliarias que construyen casas de interés social cerca de los márgenes del río? ¿Les habrán solicitado para construir el fraccionamiento La Azucena, al oriente del Santiago y donde vive la familia del niño y miles de personas más, el estudio manifestación de impacto ambiental, para conocer los posibles riesgos ambientales y a la salud para los habitantes de estas comunidades?

Gobernador Emilio González, usted dijo que no se necesitaban discursos sino obras. Hágalas, éntrele en serio, sin medidas demagógicas o paliativas, como desviar o entubar el río. Gire instrucciones, pida cuentas a la CEA, ordene de inmediato el saneamiento. Un ecosistema sano brindará seguridad y servicios ambientales a las comunidades vecinas. Pida ayuda Federal, recurra a la CNA, muévase, desamodórrese, despierte, vaya a donde tenga que ir, déjese de novelas, esta vida es la vida real: un niño muró a causa de las aguas putrefactas del Santiago, y hay miles de familias más, expuestas. Ya no caben más excusas.

La autora es analista en política ambiental

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