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lunes, febrero 11, 2008

Opinión - Jorge Gómez Naredo

Artículo publicado en El Occidental, el 11 de febrero de 2008.

Simulación: el IFE y los nuevos consejeros

Jorge Gómez Naredo

Durante el pasado proceso para elegir a presidente de la República, el Instituto Federal Electoral (IFE) quedó rebasado y desacreditado. Los consejeros, encabezados por la inefable figura de Luis Carlos Ugalde, no supieron ni quisieron llevar a cabo una contienda justa, equitativa y legal. Ante las campañas sucias de Felipe Calderón y del Partido Acción Nacional (PAN) en contra de Andrés Manuel López Obrador, guardaron silencio y no actuaron como “árbitros”. Se negaron al recuento voto por voto y casilla por casilla con argumentos leguleyos y fuera de toda lógica y ética. Llegó a tal grado la iniquidad y el cinismo de Ugalde que proclamó presidente a Felipe Calderón, cuando esa acción correspondía al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, otra institución que también se desprestigió en el proceso electoral de 2006.

El problema de la credibilidad del IFE no inició en el pasado proceso electoral para elegir presidente. Comenzó antes, en 2003, cuando se nombró al consejo ciudadano del Instituto, pues en esa elección el PRI y el PAN marginaron a las demás fuerzas políticas.

Después de las elecciones de 2006, ante una férrea inconformidad de buena parte de la sociedad, en el Congreso de la Unión se pensó en concretar una “reforma electoral”. Los medios de comunicación electrónicos (las radiodifusoras y, en especial, las televisoras) estuvieron en contra, pues la enmienda prohibió la contratación de tiempo aire por parte de los partidos políticos. Pese a ello, los dueños de los consorcios televisivos siempre encuentran huecos en la legislación y ahora, aunque particulares y organismos políticos estén impedidos de contratar tiempo aire, han hallado una forma de hacer negocio, de ganar dinero: se acuerda con políticos que aspiran a cargos de elección popular el “promover” y “financiar” novelas o eventos de beneficencia pública. El caso de Emilio González Márquez, gobernador de Jalisco, es paradigmático: ha desviado más de cien millones de pesos a Televisa y TV Azteca para, supuestamente, promover el turismo, aunque lo que verdaderamente se da es la promoción del político jalisciense.

En la nueva legislación electoral, que no modifica mucho el estado de cosas, no se solucionó un grave problema: la elección de los consejeros electorales. Continúan los partidos políticos eligiendo a quienes más les convengan: en lugar de pensar en el bien del IFE, actúan conforme a sus intereses.

El jueves pasado se eligió a Leonardo Valdés Zurita (hombre cercano al priísta Manlio Fabio Beltrones) como nuevo consejero presidente del IFE. No se colocó a este personaje en el puesto más importante del Instituto por su experiencia y sus capacidades, sino por un acuerdo político entre PAN, PRI y una fracción del PRD. Sin lugar a dudas, todo fue una farsa. Se convocó a los ciudadanos para que acudieran a la Cámara de diputados a presentar sus candidaturas. Asistieron muchos. De entre todos, se eligió a más de veinte personas con los perfiles más adecuados y se hicieron exámenes. Quien obtuvo la mayor calificación fue Genaro Góngora Pimentel. Es decir, según la lógica, él debía ser elegido presidente del IFE. No fue así. El PAN y el PRI lo vetaron, como vetaron también a Jaime Cárdenas. Si se sabía que los candidatos más aptos serían censurados, ¿por qué se montó una farsa con convocatoria y exámenes incluidos?

La elección de Leonardo Valdés Zurita como presidente del IFE y de Benito Nazif y Marco Antonio Baños como consejeros, no mejora en nada al Instituto y sí lo sume más en una rotunda falta de credibilidad, pues dichos personajes deben sus puestos a los partidos políticos y no a la sociedad. Se están repitiendo los mismos errores. No se progresa, no se avanza, no se mejora. Como se leyó en la rayuela de La Jornada el pasado viernes: “Muy chico para el puesto y con vicios de origen, el nuevo titular del IFE se perfile ya como digno sucesor del inefable Ugalde”. Es decir, continuará el IFE en decadencia y sin credibilidad: lo peor que le pueden pasar a los casi nulos avances democráticos en este país.

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