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lunes, febrero 11, 2008

Opinión - Jorge Gómez Naredo

Artículo publicado en La Jornada Jalisco, el 11 de febrero de 2008

Entre contaminación e ineficacia

Jorge Gómez Naredo

No somos lo que éramos: nos hemos transformado como colectividad, como humanidad y, también, hemos influido en el desarrollo de la naturaleza, de la tierra, de los lugares que habitamos. Un hombre del siglo XVIII no se reconocería en nosotros y tampoco entendería el paisaje de hoy. Hay muchos cambios tanto a nivel cultural (entendida la cultura como lo que hacemos, la manera de comportamos y qué instrumentos tecnológicos usamos) como ecológico.

Cuando en el siglo XIX inició la revolución industrial, no se pensaba en los efectos que los adelantos tecnológicos tendrían en la naturaleza, en nuestro entorno. Lo importante era producir la mayor cantidad de mercancías en el menor tiempo posible. El obrero era tratado como esclavo, siempre en aras de obtener el óptimo beneficio. La lucha, pues, se centró en el mejoramiento de las condiciones laborales del proletariado. Fueron batallas encarnizadas las que se libraron y que hoy, en pleno siglo XXI, se continúan dando. La relación capital, fuerza de trabajo y materias primas no se centró, en esa época, en los efectos que podría traer el desarrollo industrial y tecnológico en la tierra, en el mundo que pisamos, en el aire que respiramos, en las aguas que bebemos.

A mediados de siglo pasado comenzaron a surgir movimientos que pugnaban por la no destrucción del planeta. De un momento a otro la humanidad se encontró con su realidad, su cruda realidad: un deterioro constante y preocupante de la naturaleza. Los movimientos ecologistas se fueron consolidando a pesar del desdén de los gobiernos y, en especial, de las grandes empresas contaminantes. En varios países algunos líderes políticos comprometidos con la mejora del medio ambiente iniciaron luchas para detener la destrucción del orbe.

En México, sin embargo, no existe esta tradición. Los designios empresariales son los que mandan: los funcionarios públicos los obedecen, jamás los contradicen. Hay discursos por parte de las autoridades de mejoramiento ambiental, de proyectos para que se contamine menos, pero en la realidad, nada pasa, nunca se actúa con eficacia. Caso elocuente de este proceso es el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), que en lugar de pugnar por la mejora del planeta, se dedica a aliarse a quien sea con tal de mantener puestos en la administración pública.

En Jalisco la situación es preocupante. En días pasados, el niño Miguel Ángel López Rocha cayó al río Santiago. Caída peligrosa, caída letal: hoy se encuentra en coma, mirando a la muerte y alejándose de la vida. Pero no solamente es él: los habitantes de El Salto y Juanacatlán que habitan en las inmediaciones del contaminado río sufren los efectos nocivos de las aguas infectadas de arsénico, cadmio, cromo, plomo, zinc, níquel, mercurio, cobre y demás sustancias. Ante esto, ¿dónde está la autoridad?, ¿dónde las supuestas acciones de mejoramiento de la naturaleza?, ¿dónde el compromiso de las empresas para con el medio ambiente?

Hoy es ineludible discutir el problema de la contaminación. Pero no solamente se necesita hablar, también hay que actuar. Al río Santiago hay que sanearlo; y para eso, hay que invertir. Nada se solucionará con el entubamiento del río en la parte de Juanacatlán y El Salto. Es una propuesta, como mencionó Arturo Curiel Ballesteros, investigador de la Universidad de Guadalajara, que obedece más a la realidad de la época colonial que a nuestro siglo XXI.

No solamente se necesitan sanear los ríos y cumplir las leyes encaminadas a detener el deterioro del medio ambiente. También hay que prever. Por ejemplo, en la Zona Metropolitana de Guadalajara, los vehículos contaminantes cada vez son más. No se ha planteado un sistema de transporte público no contaminante (como una ampliación del Tren Ligero) que mejore la calidad de vida de los habitantes. Si la situación continúa como hasta ahora, pronto será más y más insalubre vivir en la ciudad.

El mejoramiento del medio ambiente es una tarea de todos. El gobierno necesita actuar rápido y eficazmente, lo cual no ha hecho: la actual administración, a sabiendas del grave problema de la contaminación del río Santiago, continúa empeñada en edificar la presa de Arcediano, la cual dotará a la zona metropolitana de Guadalajara de las mismas aguas que hoy tienen en una cama de hospital, mirando la muerte, al niño Miguel Ángel López Rocha. Por su parte, las empresas deben comprometerse con el medio ambiente y buscar no contaminar tanto: una utopía, sin duda, pues a los grandes capitalistas lo único que les importa es la mayor ganancia y los menores costos. Y a la ciudadanía, al pueblo, le corresponde luchar para vivir en un entorno más sano. Ojalá se evite que este mundo, con sus tierras y sus ríos, sea considerado en estado de coma. Si así fuere, la humanidad se pondría a mirar la muerte y distanciarse de la vida.

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