Páginas

::::

viernes, enero 11, 2008

Opinión - Ruben Martín

La telecracia emilista

Publico

La crisis del sistema político liberal en Jalisco es tan evidente que incluso el gobernador Emilio González Márquez se vio tentado a lanzar una convocatoria para revisar el funcionamiento de los poderes públicos. Pero, para no variar, la convocatoria de Emilio González no es una propuesta seria sino una mera ocurrencia que tuvo dos propósitos: dirimir el conflicto político que mantiene al interior del PAN y que se refleja al seno del Poder Legislativo, y en segundo lugar, salir al rescate del titular del Poder Judicial, Celso Rodríguez González.

Aún y cuando la proposición de Emilio González surgiera de una preocupación genuina por la falta de eficacia de las instituciones públicas para dar respuestas a las demandas y necesidades de la sociedad, lo cierto es que la propia conducta del gobernador pone de manifiesto la gravedad de la crisis del orden liberal. Y este aspecto de la crisis se manifestó, como suele ocurrir, con un hecho aparentemente trivial: la intención de la administración estatal de convertirse en copatrocinador de la telenovela Las estúpidas no van al cielo.

La trayectoria pública de Emilio González revela a un político extremadamente pragmático que por un lado explota sus creencias religiosas a fin de consolidar una base electoral católica-conservadora, promueve políticas de subsidios focalizados a grupos marginados mediante un populismo de derecha (justificado en la doctrina social de la iglesia), al tiempo que promueve su imagen personal gracias a una cuantiosa inversión en medios de comunicación, particularmente en las empresas televisoras.

Tanto en su paso por la presidencia de Guadalajara como en los dos ejercicios fiscales al frente de la gubernatura, Emilio González se ha caracterizado por un incremento sustancial a las partidas para comunicación. Y el uso de ese dinero ha tenido claros propósitos políticos: promover su imagen en función de su proyecto político y de otro lado aceitar su relación con las empresas televisoras a cambio una cobertura amable de su gobierno.

El ex presidente del PAN aprendió en la alcaldía tapatía y ahora en la gubernatura Emilio González está haciendo lo mismo: un uso creciente del presupuesto en comunicación para difundir su imagen. Solo que en esta ocasión necesita posicionarse en todo el país, pues ahora su propósito es convertirse en candidato a la presidencia. De ahí su evidente alianza con las televisoras.

Pero en esta estrategia Emilio González no está descubriendo el hilo negro, sino siguiendo las reglas del nuevo juego de la realpolitik que se ha impuesto en México, siguiendo pautas mundiales. En esto el político jalisciense es igual a Andrés Manuel López Obrador o Enrique Peña Nieto que usaron recursos públicos para promocionarse. Se trata de la perversa relación existente entre los políticos profesionales y los medios, especialmente la televisión, en el que los primeros necesitan a la segunda para difundir su imagen y así ganar simpatías y elecciones, y en el que las empresas hacen con los políticos uno de sus principales negocios.

Pero esa relación provechosa para políticos y televisoras está pervirtiendo las supuestas reglas del juego democrático, puesto que no ganan las candidaturas ni los cargos de elección popular las personas elegidas democráticamente por los ciudadanos, sino aquellos políticos que tienen más dinero, a través del uso personal de recursos públicos y del financiamiento que reciben de los grupos empresariales.

Es el juego de la telecracia en donde se pervierte la piedra angular de lo que debería ser un sistema democrático: la toma de decisiones por la mayoría. Con la telecracia se impone la agenda que los gobiernos que pagan publicidad quieren, mientras desde las televisoras se ofrecen productos informativos manipulados y entretenimiento barato que pretende adormilar a las masas.

En las telecracias se rompe además el principio de división de poderes porque claramente los titulares de los poderes ejecutivos tienen una ventaja incomparable frente a los otros poderes: el poder de disponer de recursos públicos para pagar publicidad y propaganda que se distribuye a través de la televisión. Esto es lo que ha hecho Emilio González en su paso como gobernante, un uso indiscriminado de recursos públicos con fines políticos. Sin embargo, a la larga la telecracia vuelve más evidente que la democracia liberal es una mera fachada, generando a su vez más falta de credibilidad en las instituciones políticas y ahondando su crisis.

ruben.martin@milenio.com

::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Peje en 2007::

No hay comentarios.:

radioamloTV