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martes, noviembre 20, 2007

Opinión - Jenaro Villamil

Yucatán y Michoacán, las derrotas de Solá

Proceso

México, D.F., 13 de noviembre (apro).- Ante la derrota electoral en Michoacán, los panistas tendrán, por lo menos, que relevar a su asesor estrella en marketing político: el consultor español Antonio Solá. Dos fracasos al hilo lleva el artífice de las campañas de guerra sucia –Yucatán y Michoacán--, además de un abultado presupuesto de honorarios, con cargo al erario de municipios o estados panistas, disfrazadas de “asesorías en comunicación”.

El paso de Solá por Michoacán fue menos documentado que el de Yucatán, pero en ambos casos los resultados fueron desastrosos ante la misma medicina. Especializado en lo que él llama “campaña de contrastes”, en realidad, el sembrador de guerras sucias electorales sólo ha resultado eficaz para polarizar, inducir un elevado abstencionismo y transformar las contiendas en un despilfarro, en favor de las grandes televisoras.

Desde la última semana de septiembre, el dueño de la consultoría Ostos & Solá estuvo en Morelia, para asesorar a Salvador López Orduña, amigo personal de Felipe Calderón y de César Nava. Su gestión fue significativa para arreciar la campaña de spots que, según los monitoreos del organismo electoral de Michoacán, fue de una profusión de 4 a 1 en relación con los del candidato del PRD, Leonel Godoy.

Después del mal desempeño de Salvador López Orduña en el debate con Leonel Godoy, el primer círculo calderonista-panista decidió, a fines de octubre, aplicar la misma receta que les dio resultado en la campaña de 2006: la guerra sucia a todo lo que diera. Ya no fueron sólo inserciones en prensa, ni inducción de rumores vía internet, sino la utilización de la pantalla.

Solá ideó un mecanismo muy caro e ineficaz: ante la prohibición expresa en la ley local para que se transmitan spots de guerra sucia, se convino con Alejandro Quintero, el vicepresidente de comercialización de Televisa, que se difundieran a través de la señal de la cadena en las emisoras regionales de Guanajuato y Jalisco, estados colindantes con Michoacán, para tener un impacto en la región del Bajío y la ciénega michoacanas. Televisa vendió al equipo de López Orduña el “paquete Peña Nieto”; es decir, un millonario convenio de publicidad, que incluyó gacetillas electrónicas, menciones en programas de espectáculos al candidato del PAN, incluida una referencia en el programa Juan Querendón. Obviamente, todo esto a un precio elevado.

El contenido de los spots panistas cambió. La imagen de Godoy se transformaba gradualmente hasta convertirse en el mismo rostro del “peligro para México”, Andrés Manuel López Obrador. La referencia resultó ridícula. ¿No fueron los mismos panistas y comunicadores afines quienes promovieron la idea de un pleito, de una ruptura entre Godoy y López Obrador en Michoacán?

La campaña del miedo redujo de 10 a 6 puntos la ventaja inicial de Godoy frente a López Orduña en las encuestas. No les dio tiempo para arreciar este método heredado de la contienda de 2006.

El problema con Antonio Solá y sus recetas no radica sólo en su insistencia en estigmatizar al perredismo o al priismo (como ocurrió en Yucatán). Lo que han generado es descontento, desconcierto e inequidad al interior de las propias filas panistas.

En Baja California, argumentan los defensores de la guerra sucia, les funcionó en contra de Jorge Hank Rohn, el candidato del PRI. Sin embargo, evaden mencionar que la fama pública del dueño de los hipódromos y de las casas de apuesta Caliente pesó mucho más que los ofensivos spots de la campaña panista que pretendían indignarse reproduciendo la misma inmoralidad de la que acusaban a la campaña del PRI.

En Yucatán, la presencia de Solá y la mala estrategia del candidato panista Xavier Abreu, así como la renuncia de Ana Rosa Payán a las filas de Acción Nacional, provocaron lo increíble: que Acción Nacional redujera su ventaja de 20 puntos iniciales hasta perder la gubernatura, frente a la priista Ivonne Ortega Pacheco. Evidentemente, hubo un duelo de despilfarro y de malas mañas en materia de publicidad política, pero lo que quedó claro es que la guerra sucia se transforma en un peligroso boomerang para quienes la promueven, financian y protagonizan.

Al menos, esa lección puede aprenderse de la derrota reciente en Michoacán. La otra lección, no menor, es que la vendedora estrella de “favores políticos”, la profesora Elba Esther Gordillo, resultará cada vez más incómoda como aliada para el PAN de la era Calderón.

jenarovi@yahoo.com.mx

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