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domingo, septiembre 30, 2007

Opinión - Victor Eduardo Garcia

Escritos al Caminar

El Grito de los Libres. Pocos, pero bien dispuestos, nos percatamos que, al fin, el viejo camión en que viajamos toma la carretera. Escribo “pocos”, porque aunque el autobús va casi lleno, es el único que, hasta donde sé, salió de Guadapopantonapaque rumbo a Máxico City, llevando a miembros de la resistencia civil y pacífica al Grito de los Libres, la noche del 14 de septiembre. Bajo la tenue llovizna que nos acompaña al salir, sabemos que no vamos todos los que somos; que unos se quedaron porque están en el plantón que organizó la Asamblea de Redes y Movimientos Sociales de Jalisco (AREMOS), para apoyar la causa de los migrantes y los adultos mayores; que otros no van porque no tienen dinero o tienen algún compromiso o les da miedo o no les da la gana o lo que tú, querido e hipotético lector, gustes y mandes… qué importa, la participación en las actividades de la Convención Nacional Democrática es a título personal y voluntaria; qué importa, si, además, sabemos que su espíritu está con la causa y que muchos de sus afanes están encaminados a la construcción de la IV República. Importa, y mucho, que el grupo que viaja está formado por una amplia variedad de caracteres, no necesariamente coincidentes; por personalidades que discuten con vehemencia sus diferencias, pero que juntos luchan por rescatar la Patria “como se pueda, con lo que se pueda y hasta donde se pueda”, como dice Andrés Manuel, citando a Benito Juárez.

Mientras viajamos, por segundo año consecutivo compañeros de la resistencia civil y pacífica, con el apoyo del gobierno del Distrito Federal, defienden El Zócalo (nuestro Zócalo) de los embates de la peefepe. Así, el 15 de septiembre, la mayor parte del Ombligo de la Luna continuaba siendo nuestra. Pero eso no era evidente a las cuatro de la tarde, cuando arribamos al sitio, fingiendo demencia, tensos por lo que pudiera ocurrir. No se escuchaban consignas ni se observaban grandes contingentes (como de costumbre, los que fuimos de Jalisco nos dispersamos y así nos integramos al gran colectivo que conforma la CND). Tampoco eran visibles pancartas o banderas. El ruido se imponía a todo y embotaba los sentidos. Hasta que, de repente, apareció una parvada de viejitos coreando “es un honor estar con Obrador”. Después, deambulando por la plaza, nos percatamos que, otra vez, éramos muchos los que compartíamos tal honor en ese momento en aquel lugar.

Una lección moral. La acción originalmente fue convocada por el colectivo Flor y Canto, bajo la consigna “que no nos grite un pelele”. Después, la CND se sumó al llamado y el gobierno capitalino organizó una verbena popular, que fue lo que instrumentó la reunión. Nuestro grito, el de los libres, ocurrió a las 9:45 de la noche, tras una intensa guerra de decibeles de diferentes calidades; pues mientras el gobierno espurio ofendía desde su templete con musicucha interpretada por artistuchos, el nuestro se defendía con un buen espectáculo con artistas de a de veras: una excelente marimba, la muy folclórica Astrid Jalad y El Gran Silencio… La conducción del acto, como era previsible, corrió a cargo de Jesusa Rodríguez. En lo personal a veces me molesta su protagonismo; reconozco, sin embargo, que esa noche, la del 15, estuvo magistral, coherente, combativa… Igual que Rafael Barajas (alias El Fisgón), Raquel Sosa (secretaria de educación, ciencia y cultura del gobierno legítimo) y el coordinador de Flor y Canto. Ellos y la Jesusa, antes de nuestro grito y aprovechando un ratito de silencio del otro escenario, endurecieron el discurso: “Sabemos que nos están oyendo”. “Allá está la mafia y acá está la magia”. “Su futuro es la cárcel”. “Va a caer… Va a caer… El pelele va a caer”. Ellos, los espurios, respondieron de acuerdo a sus posibilidades intelectuales, a través de la banda Maguey.

A las 9:45, el silencio negociado permitió que Doña Rosario Ibarra de Piedra, enjundiosa y convincente, diera el Grito de los Libres. Acto seguido, cantamos el Himno Nacional. Y cuando nos disponíamos a esperar al presidente espurio para decirle lo que se merece, Jesusa, como era previsible, volvió a tomar la palabra: “Ya cumplimos. Ahora, ¿nos vamos o nos quedamos? Votamos a mano alzada y, contra lo que yo pensaba y deseaba, fue mayoritaria la decisión de irnos. Y los que querían irse y la mayoría de los que nos queríamos quedar, nos fuimos. Algunos se quedaron e hicieron sentir su presencia. Debieron irse, pero yo no los critico. Yo abandoné El Zócalo a disgusto. Creo, a pesar de todo que irnos tumultuariamente fue una buena decisión, porque como dice la última consigna emitida desde nuestro templete: “La inteligencia está en la resistencia”. (VEG)

notengomail69@yahoo.com.mx

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