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lunes, septiembre 17, 2007

Opinión - Jorge Gómez Naredo

Artículo publicado en El Occidental, el 17 de septiembre de 2007.

La cólera de las televisoras

Jorge Gómez Naredo

Los medios de comunicación electrónicos (las televisoras y la mayoría de las cadenas radiofónicas) montaron en cólera. No porque no se haya respetado la democracia en 2006 ni porque la cámara de diputados primero y después la de senadores haya aprobado una reforma fiscal (con el voto del PAN y del PRI) que gravará la gasolina con un impuesto del 5.5% y, por ende, producirá un aumento generalizado en todos los productos. No, ellos no se enojaron por eso, no defendieron los bolsillos de los mexicanos ni pusieron en tela de juicio los supuestos beneficios de la “reforma” fiscal. Para quienes se han autodenominado la “voz del pueblo”, es decir, para el duopolio televisivo formado por Televisa y TV Azteca, no hay necesidad de alzar la voz cuando mueren enterrados decenas de mineros por la negligencia de los empresarios para establecer medidas de seguridad mínimas en Pasta de Conchos, Coahuila, o cuando han sido asesinadas cientos de mujeres en Ciudad Juárez por su condición de obreras y de mujeres. Para las televisoras (y buena parte de los grandes consorcios radiofónicos), no es menester criticar a un gobernador (el gober precioso) que, por pedimento de un amigo, encarcela y tortura a una periodista; tampoco es su responsabilidad desnudar en las pantallas los desvaríos del gobernador del Estado de México, que reprime a luchadores sociales y los encarcela. Los que se dicen “portadores” de los designios de la ciudadanía no se han enfuruñado con la llegada a la presidencia de México de un personaje que carece de toda legitimidad. No vieron ni quisieron ver ni gastaron su tiempo aire en investigar si hubo o no fraude electoral en julio de 2006. Para los medios de comunicación electrónicos, que gente inocente muriera en Oaxaca por órdenes de un asesino llamado Ulises Ruiz no precisó de crítica o análisis profundo, ni fue de valía dar cobertura a la lucha de aquellos que un día decidieron pelear por la destitución del cacique que gobierna Oaxaca.

No, para el duopolio televisivo eso no importa, eso no es defensa de la democracia, eso no es lucha por la libertad de expresión. Para ellos lo realmente importante es la protección de sus intereses, del dinero que acumulan, del poder que les da ser unas cuantas empresas que acaparan todo el mercado de la publicidad televisiva y radiofónica.

El martes pasado vimos (porque ahora sí lo vimos) cómo realmente actúan las televisoras. Fueron a la cámara de senadores no a hablar, no a discutir, no a reflexionar: fueron a exigir. Y su voz se escuchó y sus gestos se vieron en cadena nacional: más de cinco horas sin corte ni interrupción. No solamente acudieron los representantes de las televisoras, también asistieron de acarreados los presentadores de noticias. Ahí estaba Javier Alatorre, Carlos Loret de Mola, Ciro Gómez Leyva y hasta Patricia Chapoy, entre muchos otros. Joaquín López Dóriga brilló no por su intervención ante los senadores, sino por el fulgurante color rosa de su suéter. Todos estaban ahí, apoyando a sus jefes, a quienes mandan, a quienes deciden qué se debe decir y qué ocultar.

La visión más nítida del actuar de los dueños de las televisoras, sin embargo, no la dio un presentador de noticias de Televisa o de TV Azteca, sino una persona que en radio se ha dedicado a mentir, intimidar, inventar y (dicen las malas lenguas) dejarse corromper cuando el dinero es mucho. Sí, Pedro Ferriz de Con, prepotente, insolente, lleno de ira y de cólera llegó al extremo de comparar la legitimidad de un senador con la legitimidad que a él y a los demás “comunicadores” les dan las encuestas. Vaya manera de entender cómo se gobierna México: quien salga “alto” en las encuestas, es el mejor, el bueno.

La reforma a la ley electoral que se aprobó en las cámaras de senadores y diputados tendrá todavía un largo trayecto para llevarse a cabo. Cada congreso estatal precisa ratificarla y se necesita que quien está llevando al país a una guerra civil, Felipe Calderón (tan cercano y supeditado a las televisoras) no la vete. Falta mucho y falta también que se respete. Pero una cosa quedó clara el pasado martes: a las televisoras no les interesa la “labor social” de los medios de comunicación, el informar. A ellos, lo que simple y llanamente les preocupa son sus intereses, el dinero que ganarán y el poder que tendrán. Así de simple.

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