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lunes, septiembre 17, 2007

Opinión - Jorge Gómez Naredo

Artículo publicado en La Jornada Jalisco, el 16 de septiembre de 2007

El procurador acusado y el gobernador de la confianza

Jorge Gómez Naredo

Vaya escándalo en el cual está involucrado el Procurador de Jalisco, Tomás Coronado Olmos. Está acusado junto con Martín Aguirre Aguirre, jefe del departamento de alumbrado público del Ayuntamiento de Guadalajara, de mantener sexo oral con dos menores de edad. La denuncia ha cimbrado los cimientos de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJEJ). La reacción de los implicados ha sido de nerviosismo y de negación total de las acusaciones. Coronado Olmos aduce que el escándalo fue incitado por el encono que le guarda el ex subprocurador C, Víctor Landeros Arvizu. Por su parte, Aguirre Aguirre, quien ha pedido ya licencia para separarse de su cargo mientras las investigaciones se realizan, indica que todo es parte de una maquinación en su contra: “Yo siento (sic) que fue un complot, alguna situación en la que actuaron de mala fe por tratar de fregar a una persona, de fregar a alguien. No sé de quién, quién armó todo este mitote, yo que sepa no tengo enemigos”.

Una acusación no indica que el procurador y el encargado de alumbrado público de Guadalajara sean culpables. Sin embargo, las autoridades estatales han negado validez a las acusadoras: es la lógica que han utilizado para salir del paso sobre las críticas y denuncias a funcionarios públicos. Cuando varias personas se quejaron ante la Comisión Estatal de los Derechos Humanos de Jalisco (CEDHJ) por las constantes violaciones a las garantías constitucionales en Ocotlán (a raíz de la llegada a la dirección de la policía municipal de Filiberto Ortiz Amador, alias “el Pinto”), Emilio González Márquez adujo que los reclamos eran porque “la policía está cumpliendo con su deber”. Es decir, le quitó mérito a las palabras de quienes no tienen el poder ni influencias. Con esta declaración Emilio González Márquez consideró mentira las quejas hasta que no se demostrara lo contrario. Ahora, nuevamente el gobernador ha usado la misma técnica: restarle crédito a las acusadoras y dejar como única verdad la de quienes detentan el poder y son protegidos por ocupar puestos en la jerarquía del gobierno estatal.

El gobernador no solamente adujo que las acusaciones no tenían argumentos para pensar en exigirle a Tomás Coronado Olmos pedir licencia mientras se realizan las investigaciones que, por cierto, serán llevadas a cabo por la dependencia que dirige (¡vaya objetividad!) el mismo Coronado Olmos. González Márquez agregó: “En este caso y todos los casos que tengan que ver con funcionarios del gabinete debemos tener confianza y credibilidad en su desempeño, y para eso debemos tenerlo en su persona”. Es decir, porque González Márquez nombró a una persona en su gabinete, por ese simple hecho debemos confiar a ciegas. Confiar en un gobierno que ha traicionado al pueblo infinidad de veces, que ha estado inserto en infinidad de escándalos. Confiar, confiar, confiar, como si los ciudadanos debieran olvidarse de su parte crítica para aceptar cualquier cosa que hagan o no hagan los funcionarios públicos. Todo ello porque el señor gobernador ha dicho que confiemos.

La investigación sobre el abuso sexual a dos menores de edad que involucra a Aguirre Aguirre y a Coronado Olmos la llevará a cabo la PGJEJ. ¿Podemos pensar en objetividad e independencia, en pesquisas transparentes y a fondo, si el acusado es jefe de quienes llevan a cabo las indagatorias, es decir, es juez y parte? Lo más sano para el ejecutivo local sería separar momentáneamente de su cargo al procurador y que la averiguación se lleve a cabo sin su presencia al mando de la PGJEJ. Mantenerlo en el puesto, sin duda, alteraría las investigaciones y dejaría, en caso de ser inocente, una duda, y este país y este estado están ya hartos de dudas y más dudas.

Emilio González Márquez continúa en su terquedad. Una acusación, sí, es cierto, no implica que el acusado sea culpable. Pero esta imputación es en contra nada más ni nada menos que del encargado, del jefe máximo de los encargados de investigar las acusaciones, ¿no sería lógico que Coronado Olmos pidiera licencia? No solamente resulta lógica, sería una actitud sana, inteligente, honesta y le acarrearía, a González Márquez, algo de confianza. Porque confiar en sus subalternos como en un dogma, en una religión, en un Dios que es uno pero son tres, es una verdadera locura y una tomadura de pelo.

La lucha por el grito, por el zócalo y por la dignidad

Siendo casi las tres de la tarde y según información que le llega a este articulista, en el zócalo de la ciudad de México la Policía Federal Preventiva y el Ejército impiden el paso a las personas, requisan propaganda a favor de Andrés Manuel López Obrador, camisetas, gorras y todo objeto color amarillo; intimidan, violan derechos humanos, golpean y amedrentan. Y sin embargo, la gente llega y va y camina y quiere estar ahí para abuchear al personaje más repudiado de México: Felipe Calderón, aquel que además de usurpar la presidencia de México, está llevando al país a un ambiente de guerra sucia, de intimidación y de confrontación permanente y violenta. Las voces se escuchan, los gritos claman y la resistencia ciudadana demuestra, una vez más, que vive, que va, que está y que continuará para repetirle miles de veces más a Felipe Calderón que él, simple y llanamente, no es el presidente de México, de los mexicanos.

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