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miércoles, febrero 28, 2007

Penoso, admitir que la tortura sigue vigente en Jalisco, hoy en formas más sofisticadas: CEDHJ


Una de las monjas, representantes de la Iglesia católica en el informe 2006 de la CEDHJ y que fueron enviadas por mera cortesía, cabecea sobre el hombro de su compañera durante la lectura de las 11 cuartillas en que Carlos Manuel Barba García dejó constancia de que la práctica de la tortura sigue vigente en Jalisco Foto: ARTURO CAMPOS CEDILLO

Ante el desaire de los invitados, Carlos Manuel Barba García rindió su informe 2006

Fue una copia al carbón de lo sucedido durante todo el sexenio de Francisco Ramírez Acuña

JUAN CARLOS G. PARTIDA - Jornada Jalisco

Benito Juárez está cejijunto y con la mano derecha extendida amenazante, mientras en la izquierda abre un libro con su más conocida frase: “El respeto al derecho ajeno, es la paz”. Debajo de él, o mejor, debajo de su imagen pintada con vigor por Guillermo Chávez Vega en el mural que engalana la cúpula del Centro de la Amistad Internacional, el presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDHJ), Carlos Manuel Barba García, desglosa en once cuartillas el último año de su labor al frente del organismo, una copia casi al carbón de lo sucedido durante todo el sexenio que encabezó el hoy secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, con quejas por torturas, recomendaciones sin atender y presupuestos disminuidos.

Barba García suspira ante el auditorio lleno apenas en sus dos primeras filas y propone que el nuevo gobierno que inicia la administración de Jalisco a partir de mañana jueves, implemente una política de Estado en materia de derechos humanos, una entidad donde ante el cúmulo de violaciones el Estado de derecho no tiene vigencia. No hay respeto a lo que Juárez, más cejijunto aún, proclama en la alegoría Homenaje a la Humanidad que pintó el muralista jalisciense.

Atento por unos minutos, el único personaje de primer nivel panista que se da cita al informe, el alcalde tapatío, Alfonso Petersen Farah, cabecea por unos segundos a medio acto. Unas filas atrás, a su izquierda, un par de monjas son la única representación de la curia local enviadas por mera cortesía; una de ellas también cabecea, la testa se va de lado hasta que su compañera le suelta un codazo que le cimbra el hábito.

Mejor vienen y dan presencia los presidentes de las comisiones estatales de derechos humanos de Chihuahua, de Michoacán, de Nayarit, de Colima, de Aguascalientes, de Chiapas, de Guanajuato y del Distrito Federal. También está, pero en el presidium, el presidente de la Federación Mexicana de Organismos Públicos de Defensa y Protección de los Derechos Humanos y el secretario técnico del Consejo Consultivo de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Ninguno hace de la “z” onomatopeya en plural.

“Es penoso admitir que la tortura sigue existiendo en Jalisco, incluso de formas más sofisticadas. Con tal de combatir el delito y brindar seguridad se pueden utilizar innumerables recursos; sin embargo, en un gobierno cuya premisa fundamental es mantener el Estado democrático de derecho estas acciones deberán estar impregnadas de un profundo respeto por la legalidad y los derechos y libertades del ser humano. En tanto existan evidencias de tortura, la CEDHJ dará cuenta de ello e insistirá en su erradicación, pues el fin último del Estado descansa en el respeto y reconocimiento de la dignidad de las personas”, lee el ombudsman jalisciense.

No lo escuchaba ni el procurador ni el ex procurador hoy gobernador interino, ni el gobernador entrante ni el cardenal, ni los titulares del Poder Legislativo o Judicial, ni el resto de los alcaldes de la Zona Metropolitana. Todos ellos recibieron invitación y sus lugares quedaron vacíos, a la vista cejijunta de un Juárez cada vez más hosco ante las palabras de Barba García.

“Las nuevas autoridades surgidas de la voluntad popular tienen la delicada responsabilidad de crear las condiciones para hacer cumplir el mandato de la sociedad y garantizar el pleno goce de sus derechos humanos: el futuro de la democracia está en sus manos. Así como no hay Estado de derecho sin democracia, no puede haber democracia sin el respeto de los derechos humanos”, culmina el ombudsman tras casi una hora de lectura.

Hay aplausos, cálidos todos. Barba García sonríe pero en la cúpula continúa la hosquedad benemérita. El libro que ostenta el prócer parece mancillado, casi 800 quejas por tortura en el sexenio de Francisco Ramírez Acuña. “El respeto al derecho ajeno violado, la paz mantenida por la fuerza”, podía leer alguien que mirara en el tiempo justo el punto exacto. Un aleph.

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