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lunes, febrero 26, 2007

Opinión - Rafael Sandoval

La rebelión como horizonte de vida. Mezcala, Huitepec Ocotal y El Mayor

Jornada Jalisco

Al margen de la realidad aparente que nos presentan los grandes medios de comunicación, al margen de la sociedad del espectáculo en la que figuran como primeros actores los déspotas (aunque desde hace algún tiempo ya no ilustrados) de la clase política, la burguesía y la élite eclesial, millones de mexicanos resisten y se organizan para enfrentar lo que podría ser el último impulso de la depredación neoliberal: saqueo y despojo del agua, la tierra, el aire, los bosques, los recursos minerales que están en los territorios indígenas y ejidales.

Entre los grandes capitalistas y los burócratas gubernamentales se engañan mutuamente tratando de convencerse de que podrán despojar de lo único que les queda a las comunidades indígenas y a los pueblos campesinos, su territorio, el lugar donde sus antepasados vivieron y donde vivirán sus descendientes.

Después de 25 años de políticas privatizadoras y de convertir el trabajo en una forma de explotación sin garantizar las mínimas condiciones para la reproducción de la vida para poder seguir trabajando; es decir, sin garantizar la vivienda, el empleo permanente, la salud y la educación, además de obligar a emigrar a más de 15 millones de mexicanos en busca de trabajo, todavía creen los explotadores que los indígenas y campesinos van a soportar el despojo de sus tierras sin resistirse.

Cerca de 25 millones de mexicanos que habitan en el campo han tenido que separar a su familia para poder sobrevivir, yéndose unos a Estados Unidos, otros a las grandes ciudades y otros quedándose a seguir sembrando en condiciones difíciles y a cuidar sus comunidades, porque la mayoría regresa y otros los remplazan después de que envejecen.

En estos primeros meses del nuevo gobierno se ha empezado a cumplir con las promesas que en las campañas electorales hicieron a los grandes capitales: poner a su disposición las mejores tierras en cuestión de agua, bosques y riqueza en biodiversidad, pues ante la voracidad de acumular cada vez mayor riqueza, ahora van sobre el territorio que han conservado por miles de años las comunidades indígenas.

Sin embargo, ya se prepara la lucha y la resistencia de los pueblos, pues de ello depende la reproducción de su vida. Una muestra la dan las comunidades indígenas cocas de Mezcala, Jalisco; cucapás y quiliguas en Baja California, y los tzotziles de Chiapas, que en estos días dijeron ya basta y exigen respeto a la madre naturaleza y a su cultura.

En territorio coca de Mezcala se ha decidido por la asamblea de comuneros parar la devastación que de su bosque hacen cientos de ricos que practican el deporte de motocross en pleno bosque, conocido como El Comalito, en la parte más alta de la sierra de Mezcala. Se instaló un campamento de comuneros que evitarán que se utilice como si fuera parque privado de recreación de los ricos, que cada fin de semana llenaban de motociclistas los cerros de la comunidad con la complicidad de la presidencia municipal de Poncitlán, quien además les proporcionaba las dos ambulancias y patrullas, que pagan con sus impuestos los habitantes del municipio.

Cucapas y quiliguas, con la presencia de comandantes zapatistas, instalaron a partir de hoy un campamento en la comunidad indígena El Mayor, que durará de febrero a mayo, tiempo de la temporada de pesca, para cuidar sus tierras y aguas, y evitar que el mal gobierno les impida hacer uso de los recursos en su territorio y facilitando que los ricos utilicen sus aguas para el deporte de la pesca y la caza.

Asimismo, en el poblado de Huitepec Ocotal, en territorio del pueblo indio tzotzil, en las cercanías de la ciudad de San Cristóbal, en Chiapas, los zapatistas instalarán un campamento desde donde se coordinará una campaña para conservar los bosques e impedir la tala y el tráfico de maderas preciosas, así como la difusión de las leyes indígenas de protección de la naturaleza.

Los pueblos y comunidades indígenas saben y sienten que si permiten la instalación de los proyectos y programas de privatización encubierta de la tierra, vía programas como el Procede y el Procecom, o de supuesto desarrollo turístico o “ecoturístico”, será un golpe mortal que dará inicio a su desaparición como pueblo y cultura.

En esa lógica está el impulso de la Ley Indígena y la Ley de Patrimonio Cultural y Natural en Jalisco. Con todo, los indígenas en todo el país saben que en el horizonte histórico de la reproducción de su vida está la rebelión, si no se paran a tiempo los déspotas ignorantes de la clase política y la burguesía.

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