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lunes, febrero 26, 2007

Opinión - Monica Pérez Taylor

Plantar 685 mil árboles cada día... México no puede salvar al planeta si primero no se salva a sí mismo.

MURAL
24 de febrero
Mónica Pérez Taylor

Nuestros guardianes

En gira por Tabasco Felipe Calderón dio a conocer el programa Proárbol, con el objetivo de impulsar el desarrollo forestal, prioritariamente en los 101 municipios con mayor índice de marginación en México, identificados por la Secretaría de Desarrollo Social. Fue promesa de su campaña la de entregar recursos económicos a quienes cuidaran o sembraran bosques.

En el municipio de Huimanguillo, acompañado de Mario Molina, Calderón pronunció un discurso internacionalista que, sin embargo, careció de impacto mediático. Ratificó lo suscrito en convenio con el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente que fijó una meta de plantar mil millones de árboles cada año.

Llevado por su entusiasmo, pues dice que Proárbol es el programa "que más quiero y más cuidaré", prometió que sembrará 250 millones de árboles tan sólo este año, y así México aportará la cuarta parte de todos los que se plantarán en el mundo. La hazaña se antoja imposible, pues tendrían que haberse plantado desde el 1 de enero 685 mil árboles cada día, además de conservarlos vivos.

Y es que México ha mantenido constante el quinto lugar en deforestación mundial en la última década. Las políticas forestales han sido desastrosas y las plantaciones un fracaso, debido a múltiples factores. Claro que está bien invitar a la población a plantar un árbol para crear conciencia, pero queda en lo simbólico. No es lo mismo plantar árboles que crear bosques. No es lo mismo "girar instrucciones" al Secretario del Medio Ambiente, José Elvira Quesada, advirtiéndole entre bromas que si no cumple "le va a ir muy mal", que aplicar una política de Estado con visión global.

Porque si uno revisa las categorías y subcategorías, y los 57 conceptos de Proárbol, resulta que sólo dos se insertan en los ambiciosos objetivos de Felipe Calderón: II. Captura de Carbono, y VI. Fondo Patrimonial para la Conservación de la Biodiversidad, que exigen cumplir con criterios del Protocolo de Kioto.

Nada más que a la comunidad internacional no se le puede engañar con miles de millones de árboles que no existen. A la ONU le importa, y mide con precisión, la capacidad de los bosques mexicanos para secuestrar carbono y eso ofrece Calderón, pero su programa no está a la altura de su pretendido internacionalismo. La mayoría de los apoyos que ofrece Proárbol es para lo propio de la faena de la silvicultura, con base en una propuesta de explotación más o menos racional de los recursos, pero que con un poco de corrupción puede generar peor depredación.

Se invertirán 6 mil millones de pesos en el programa y se otorgarán de 300 a 9 mil pesos anuales por hectárea. Sería una insensatez desperdiciar recursos en plantaciones que de poco o nada sirven si lo que se propone es hacer más productiva la industria forestal. Lo importante es que sean esos municipios lejanísimos y paupérrimos los que capitalicen las utilidades que les permitan construir una economía comunitaria sostenible. Que no se repitan casos como el de la Secretaría de Agricultura de Jalisco, que "apoyó" con casi 100 millones de pesos a narcotraficantes sin que a nadie le fuera mal. O que se utilicen los listados del programa para prostituir el apoyo, a cambio de prebendas políticas y electorales. Y que el grueso de los recursos los consuma la burocracia. Nada nuevo, y de lo que tenemos que estar alertas.

Según la Comisión Nacional Forestal, a cuyo cargo está Proárbol, las comunidades indígenas no tienen recursos para conservar o desarrollar las tierras forestales. Aun así, muchos ejidatarios han solicitado apoyo a programas internacionales, asesorados por ONGs y financiados por el Banco Mundial. Por ejemplo, una comunidad indígena de Oaxaca ya tiene una producción de piñón de más de 10 millones de dólares al año. Y a base de un gran esfuerzo técnico y económico por parte de los ejidos, el 13 por ciento de la producción nacional total cuenta con el certificado FDS del Forest Stewardship Council, que garantiza que esos productos no están contribuyendo a la destrucción de los bosques. Como vemos, nuestros guardianes han estado haciendo su parte para conservar nuestros bosques y selvas.

Es más realista, e impacta mejor a la opinión pública, asumir el compromiso con las 9 mil comunidades indígenas campesinas que en conjunto poseen legalmente el 80 por ciento de los bosques de México y en donde el Gobierno federal debe traducir su inversión en empleo, educación y salud a cambio de su conservación, y ofrecer un servicio ambiental a la humanidad más cercano a nuestras posibilidades.

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