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lunes, febrero 26, 2007

Opinión - Jorge Souza Jauffred

La Feria

Semana de cambios en la administración pública

Jornada Jalisco

Lo próximo. El jueves primero de marzo, Emilio González Márquez asume su cargo como nuevo gobernador de Jalisco. Nuevas expectativas, nuevas esperanzas y nuevas decepciones configuran el principio de un periodo con características muy distintas al anterior, en el que quedaron por resolverse cuestiones fundamentales como las frecuentes violaciones a los derechos humanos, el elevado índice de quejas de tortura, la necesidad creciente de agua potable en la ciudad, y el pésimo e insuficiente servicio de transporte público tapatío.

Lo inmediato. Por lo pronto, en las distintas secretarías del Ejecutivo estatal se han definido la mayoría de los cambios que se darán en los cargos de mayor jerarquía. Los nuevos secretarios vienen con su equipo, que se colocará principalmente en las subsecretarías y direcciones generales; en el nivel de direcciones, algunos, se prevé, conservarán su puesto.

Aunque ya se han definido las carteras principales y los medios han analizado una y otra vez los perfiles de los funcionarios que las ocuparán (entre ellos, algunos adecuados, otros no), lo cierto es que el sexenio empieza con una especie de optimismo debido, tal vez, a que es la primera vez que el PAN forma su administración estatal con una mayoría de políticos con experiencia, y a que se espera que haya un mayor contacto entre el gobierno y la sociedad civil. Esa posibilidad se abre ante el estilo particular de gobernar de Emilio; muy distinto al ejercido por Francisco Ramírez Acuña, mucho más vertical y autoritario.

Hay, sin embargo, una mancha negra en la camisa del próximo régimen. Esa mancha es sin duda la actuación sucia en que incurrió el PAN durante la campaña. El estigma quedará ahí como una cicatriz que recordará a los ciudadanos que en todas partes se cuecen habas. No sólo el viejo PRI utilizaba un catálogo de artimañas, también el PAN, muy pronto, ha aprendido a hacerlo.

Cada una de las secretarías tiene un peso distinto en el mapa político del estado, naturalmente, la de mayor densidad es la General de Gobierno que quedará en manos de Fernando Guzmán Pérez Peláez y que define asuntos torales –como la seguridad, las relaciones políticas y la política de medios– para la marcha del Estado. Pero hay otras que adquieren especial relieve porque su trabajo se relaciona con grupos civiles o con artistas e intelectuales: tal es el caso de las Semades y la Secretaría de Cultura (SC).

La primera de ellas tiene en sus manos las políticas ambientales. Si bien es cierto que su movimiento es impulsado por la dirección que le otorga el gobernador, también lo es que mucho de su trabajo tiene qué ver con la postura y las propuestas de los grupos de ambientalistas y ecologistas de la entidad, que cada día son más numerosos y más preparados. El diálogo y la coordinación en ese sentido, será fundamental para ese campo de trabajo.

La segunda, la de Cultura, incide en el medio artístico y el patrimonio cultural de la entidad, mediante la aplicación de recursos y acciones en distintos ámbitos de la creación, la preservación del patrimonio, la promoción y la difusión cultural, principalmente. Por todo ello, sus acciones tienen una repercusión directa en los creadores jaliscienses, su promoción, maduración y la difusión de su obra, así como en la construcción de espacios de identificación, donde se estructura –en forma compleja y diversa– un aspecto muy importante de la identidad jalisciense.

La reapropiación del patrimonio cultural

Uno de los ejes de la política cultural que siguió la SC a lo largo del sexenio fue la recuperación y el rescate de inmuebles con valor patrimonial. No sólo dejó flamante el Teatro Degollado y el Cabañas, también remodeló, reconstruyó o recuperó una treintena de fincas con valor histórico y patrimonial. Algunas de ellas, como la antigua estación de tren de Chapala, podrán albergar museos o galerías.

En cuanto al medio ciento de casas de cultura, construidas en otros tantos municipios, las nuevas autoridades deberán impedir que los ayuntamientos les otorguen otro uso. Ha ocurrido que las casas de cultura se convierten bodegas, oficinas del DIF o instalaciones policíacas, una vez que el gobierno del estado hace entrega de ellas.

Si bien es cierto que la mayoría de los recursos de la dependencia se destinaron a ese fin, también lo es que se cuidó de cumplir con los otros ejes de la política cultural definida en el Programa Estatal de Cultura (PEC) para el ejercicio que termina. Uno de ellos fue el fomento a la creación artística, en donde se apoyó a una larga lista de becarios, tanto a través de la SC como del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes (CECA).

En cuanto a las publicaciones, la lista de casi 350 deja testimonio de lo logrado; no sólo en lo que se refiere a obra literaria, crónica, microhistoria, cultura popular o rescate de la obra arquitectónica de autor de la entidad, sino también se incluye aquí una serie de bellos libros sobre temas patrimoniales, que quedan ahí, para el disfrute futuro.

En fin, recintos como el ex convento del Carmen y otros cobraron una nueva vida. Se veían con frecuencia llenos de gente que acudía a las actividades culturales. Asimismo, la SC construyó vínculos sólidos con distintas comunidades de pintores, teatreros, músicos, escritores, etcétera. En esa forma, los recursos públicos destinados a la cultura –que por cierto disminuyeron en proporción en el presupuesto total– se reintegraron cabalmente al patrimonio artístico de los jaliscienses. La titular de la Secretaría, Sofía González Luna, en ese sentido, no fue sólo una funcionaria, sino también una propiciadora que entregó a las direcciones de la secretaría los elementos necesarios para llevar a cabo ese trabajo. Que quede eso como su legado, junto con el manejo transparente de los dineros. Y eso es todo por ahora, nos leemos mañana en esta misma feria.

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