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martes, enero 30, 2007

México y la crisis de la tortilla.

En un extraordinario error de cálculo, al comenzar el año del 2007 y a menos de 50 días de la cuestionada toma de posesión de Felipe Calderón, su gobierno autorizó un aumento del precio del kilogramo de tortilla, el alimento básico de México, que puso al país al borde de una crisis comparable sólo a la que ocurrió a fines de 1994, cuando la inepta decisión del entonces gobierno de Ernesto Zedillo, de dejar flotar el peso provocó la peor crisis económica de los últimos 50 años. Es como lanzar un cerillo prendido en un gran tanque de gasolina. Hay que decir, aunque no es consuelo, que la devaluación del peso en diciembre de1994 o el aumento del precio del kilo de tortilla en enero del 2007 son detonadores -- y no la causa-- de la crisis, que existe en forma sistémica, y que cada vez que estalla ocurre con un potencial social y político más explosivo.

El gobierno de Calderón intervino para fijar un precio tope durante 4 meses. Y aunque su intervención contraría la doctrina de la inexistente "competencia perfecta" que rige en el neoliberalismo y que proscribe la injerencia del Estado en la economía, el gobierno está lejos de reconocer que la causa real de la explosiva situación alimentaria en el país yace en los efectos acumulativos del librecambismo pactado en el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica. El TLC se constituyó en el esquema necesario para someter a México a los designios de la globalización y sus políticas de saqueo y especulación, con el exclusivo propósito de asegurar los pagos de la usurera deuda externa. La fase que sigue es arrojar a varios millones de nuevos desempleados y hambrientos mexicanos a trata de cruzar la frontera con los Estados Unidos desde donde se exige abrir las fronteras al libre comercio pero cerrarlas a la migración.


Al cabo de 20 años de librecambismo y 13 años del TLC, hasta el Banco Mundial reconoce que las reglas de apertura total de parte de México --pauta que no siguieron sus socios de América del Norte-- "no han sido exitosos para lograr las metas establecidas, que consisten en apoyar a los productores nacionales de productos básicos…y contribuir a que los agricultores cambien a cosechas más competitivas" (véase BM, Generación de ingreso y protección social para los pobres, 2005).

Las desigualdades entre México y sus socios de Norteamérica son palmarias. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), durante el quinquenio 1997-2002 cosechamos en México 2.5 toneladas de maíz por hectárea, contra 8.4 en Estados Unidos y 7.2 en Canadá. En frijol se obtuvo en México 635 kilogramos por hectárea contra 1,859 en Estados Unidos y 1,822 en Canadá, etc. En productividad laboral existe diferencias también enormes: según cifras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en 2003 el valor bruto del producto por trabajador agropecuario fue de 3,678.2 dólares en México, contra 75,148.5 en Estados Unidos y 58,092.5 dólares en Canadá.

Por ello desde su origen, surgieron muy justificadas protestas y reacciones en contra del TLC de parte de las más diversas agrupaciones de industriales, productores agropecuarios y círculos políticos del país, protestas que han crecido contra las fases sucesivas del TLC que liberarán definitivamente el mercado de maíz, frijol, leche y carne. La mayoría de esas protestas, denunciaron el proteccionismo y los subsidios que se ejercen en EUA y Canadá pidiendo una moratoria a la apertura.

¡¡Pero el problema es libre comercio como tal!! Lo que verdaderamente se requiere es reconocer la farsa cruel del TLC y de todas las políticas de libre comercio que persisten en extenderse al resto del Continente con un Acuerdo de Libre Comercio Continental (ALCA), para lo que se han usado estadísticas fraudulentas del supuesto éxito de México.

A diez años del TLC, con la cancelación de tarifas y barreras de protección económica, de eliminación de subsidios a la agricultura nacional, de importaciones desleales con efecto dumping, etc., los efectos son demoledores tanto para la agricultura como la industria nacionales. Pese a una supuesta protección, la producción de granos básicos, como arroz, trigo y maíz, entre otros, se desplomó en términos físicos per cápita.

En maíz, aunque todavía se produce nacionalmente más que lo que se importa, (30 % del consumo nacional se importa, y 70 % se produce aun nacionalmente), las importaciones crecen a un ritmo mayor que la producción nacional, y es un hecho que este producto básico de la alimentación nacional será desplazado por el aumento aun mayor de las importaciones a precios cada vez mayores. Se estima que más del 50 % de la población activa en el campo y más del 65 % de los productores se dedican al cultivo del maíz, por lo que la esperada apertura total del 2008 detonará una escalada de quiebras que asegura una crisis profunda y fractura segura en las instituciones mexicanas.

A menos que se suspenda definitivamente dicha fase de apertura total donde se incluye maíz, arroz y leche, y simultáneamente se adopten medidas de urgencia para asegurar el crecimiento de la producción de alimentos, México se quebrará como Nacional por haber perdido por completo su soberanía alimentaria, siguiendo el ejemplo de lo que paso ya con otros granos como el arroz, en el que las importaciones representan el 300 por ciento de la producción nacional y la producción per cápita nacional cayó 60 por ciento. Con el trigo se importa más de lo que se produce, cuando a principios de los 90s las importaciones sólo representaban el 20 por ciento de la producción nacional, al tiempo que la producción nacional per capita se desplomó en 20 a 30 por ciento en este grano.

Bajo el TLC, México renuncio a la seguridad alimentaria, adoptó el criterio incompetente de "seguridad alimentaria" impuesto por la Organización Mundial del Comercio y se convirtió en un importador neto de alimentos entregando su soberanía a las graneleras como Cargill-Monsanto, Archer Daniels Midland Dreyfus, Novartis y Maseca, quienes de hecho, lejos de creer o practicar la "competencia perfecta" dominan y controlan el comercio mundial de alimentos sometiendo a las naciones y sus agricultores a producir por debajo de los costos reales de producción mientras ellos imponen precios monopólicos y especulativos.

Esto es lo que está detrás de la reciente especulación con los precios del maíz y de la tortilla que representa el alimento fundamental del ya de por sí hambriento pueblo mexicano. ¿Está dispuesto el gobierno de Felipe Calderón a enfrentar la realidad?

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