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martes, enero 30, 2007

En la globalización, o con Dios o con el diablo.

Un despacho de la agencia de noticias Zenit del 19 de enero informó de dos libros recientemente lanzados dentro del medio intelectual católico, que abordan un tema tan escasamente tratado y peor asimilado que es el de la vinculación entre moralidad y economía. En su época de prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, el Papa Benedicto XVI, puso el dedo en el renglón en una de sus siempre lúcidas intervenciones, realizada en la Universidad Urbaniana de Roma en el Simposio "Iglesia y Economía", celebrado el 19 de noviembre de 1985.

En tono polémico en su ponencia titulada "La responsabilidad de la Iglesia en el futuro de la economía mundial", el cardenal Joseph Ratzinger descalificó al gurú del liberalismo Adam Smith, y en la misma categoría colocó al ex presidente norteamericano, Teodoro Roosevelt y al banquero David Rockefeller, finalizando con un vehemente llamado a unir las esferas de asuntos que hoy ocupan a los autores de las dos obras mencionados.


En el primer libro The Moral Ecology of Markets: Assessing Claims about Markets and Justice del economista y teólogo Daniel Finn, el autor definitivamente se deslinda de Smith y su utilitarismo. La segunda obra Adam's Fallacy: A Guide to Economic Theology, de Duncan Foley, es del profesor de economía en la New School for Social Research.

Finn sostiene:

"Los defensores del mercado, explicaba Finn, siguen los pasos de Adam Smith, y consideran que se pueden lograr buenos resultados a partir de los complejos sistemas de interacción humana aunque los individuos no pretendan generar dichos buenos resultados."

"El concepto del propio interés no carece de críticos", continúa Finn. "Por ejemplo, una teoría que no hace distinción entre la Madre Teresa y un ladrón - considerando que ambos actúan por la perspectiva de su propio interés - resulta deficiente. Una descripción del mundo que no pueda distinguir entre vicio y virtud, santo o pecador, mártir o asesino, carece de una seria discapacidad para describir las realidades de la vida."

Uno de los aspectos de más repercusiones de tan necesaria disgregación sobre los efectos nefastos del liberalismo es que el autor no se restringe a un aspecto doctrinal, sino que parte de enfrentar la realidad presente de la cruenta globalización, así sostiene:

"Pero los defensores del mercado se enfrentan a mayores dificultades a la hora de responder a la acusación de que el sistema basado en el propio interés fomenta la avaricia. Los defensores del mercado apuntan a su papel en la promoción de virtudes como el trabajo duro, la iniciativa y la creatividad, pero los críticos sostienen que el hábito utilitarista de basar el actuar en el propio interés tiende a extenderse a todas las áreas de la vida, minando en ocasiones la moralidad de la que el mismo mercado depende."

"Un consumidor que se enfrenta a la opción de escoger entre dos productos, uno más barato que el otro porque se produce en una fábrica donde se explota a los trabajadores. El propio interés llevaría al consumidor a optar por el producto más barato, pero, si el producto tiene éxito en la venta de estos productos, podría estarse apoyando el que existan condiciones laborales de explotación."

"La evolución moral de cada acción en el mercado depende de una serie de factores relacionados con el contexto y los resultados."

"No es una simple elección entre el libre mercado y el sistema centralizado de planificación. En la práctica, los mercados existen dentro de un complejo sistema de fronteras, o 'vallas', en cuanto a su operación. La decisión de donde se ponen estas vallas dependerá de una situación a otra. Además, los mercados existen dentro de un contexto social, político y cultura que no puede ignorarse."

A pesar de que la doctrina social de la Iglesia Católica abunda en su censura al liberalismo y su compañera eterna, la voraz usura, es también usual no proyectarla a los signos de los tiempos, y eso ha sido en parte debido a que la globalización financiera pretende que se le vea con los lentes de la Guerra Fría, en la que cualquier crítica supuestamente responde a la visión de la confrontación "Capitalismo-Socialismo", y no en sus verdaderos parámetros de destrucción del tejido social y el Estado Nacional, como si el liberalismo fuese intrínseco a la cultura occidental. Esa desorientación también explica hechos desconcertantes como por ejemplo la participación de entidades filantrópicas católicas dentro del Foro Social Mundial (FSM), que si bien se dice combatir la miseria producida por la globalización financiera y el neoliberalismo, congrega a todos los grupos que promueven la desintegración moral de la sociedad, o sea el mero "interés individual", convirtiéndose así en una tribuna que dista mucho de combatir en su raíz a los modernos apologetas de Adam Smith.

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