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jueves, diciembre 21, 2006

Opinión - Ruben Martín

La mordida millonaria y la política en Jalisco

Ruben Martín - Publico 21/12/06

rmartin@milenio.com

Los principios de honestidad y transparencia proclamados por los panistas, no aguantaron ni siquiera diez años de ejercicio en el poder. Las acusaciones en contra de los diputados Alfredo Argüelles y Ricardo Ríos son la última cuenta de un interminable rosario de corruptelas de manufactura blanquiazul, originadas en un acelerado proceso de descomposición de esta clase política que hace doce años ganó el poder ondeando la bandera de la honestidad. Qué falso e hipócrita suena ahora este discurso.

Para comprender el fondo de lo que está ocurriendo debemos sumergirnos más allá de la superficialidad de la mordida millonaria. Los casos de corrupción en la era panista deben dejar de verse como fallas personales para explicarlas como un procedimiento normal y necesario en la política. Dicho llanamente: la corrupción no es una anomalía ni una violación a las reglas del ejercicio del poder; la corrupción es necesaria para que funcione la política en Jalisco.

Aunque ha sorprendido el caso de la mordida millonaria, la compra del voto de diputados es moneda corriente en el Congreso. Hay varios diputados que piden dinero por votar en un sentido o en otro al discutirse ciertas iniciativas. Gracias a la compra de voluntades, el Poder Ejecutivo del estado tiene de nuevo el control del Congreso. Desde el Ejecutivo o desde el partido en el gobierno se ofrecen chambas futuras, obras presentes y se perdonan pillerías pasadas. Algunos se cambian de partidos, otros actúan en complicidad con el Ejecutivo desde sus franquicias legislativas. Este pago de favores se convierte, a su vez, en un trueque de complicidades. Por eso la fiscalización de los recursos públicos es una farsa. Las cuentas sucias de un partido se cambian por las suciedades de otro. Así como el voto de algunos legisladores es ahora una mercancía que tiene un precio, también la justicia es una mercancía. Hay magistrados que venden sentencias a través de despachos encubiertos, aseguran abogados expertos.

En este esquema de funcionamiento de la política participan políticos de los tres poderes: el Ejecutivo comprando diputados, legisladores que venden su voto y magistrados que rematan sentencias. La sociedad ya sabe que la actividad política es corrupta. Lo que casi no sabe, o no quiere saber, es que este esquema no funcionaría sin la complicidad del poder económico. Una parte de los grandes negocios requieren de la información privilegiada, contratos arreglados, la complicidad o el subsidio de los gobernantes.

En el caso de Tierra Mojada, hay indicios suficientes para sospechar que el empresario que pagó campañas a candidatos del PAN fue favorecido indebidamente por el gobierno estatal para hacer negocios inmobiliarios. Pero Tierra Mojada no es la excepción. Una buena parte de los negocios inmobiliarios en el estado se hacen corrompiendo autoridades (recordar Tlajomulco).

Gracias al caso Argüelles-Ríos sabemos que el negocio del transporte funciona con el aceite de las mochadas. El presidente de la Alianza de Camioneros, Jorge Higareda, reveló que es usual que los transportistas paguen dinero a las autoridades para que les autoricen el aumento a las tarifas del transporte (Público, 20 de diciembre 2006). También existen turbias relaciones entre políticos y dueños de concesionarias (de publicidad, de mobiliarios urbanos, de aseo público, constructoras, comercializadoras de autos, proveedoras de servicios) que invierten en campañas y luego cobran caro sus inversiones con contratos en el poder público.

Lo que tenemos es un nuevo bloque de poder integrado por servidores de los tres poderes públicos, de todos los partidos y de los tres órdenes de gobierno, que mediante la corrupción, se quedan con una parte de los beneficios generados en negocios privados que a su vez necesitan de la complicidad de los gobernantes. Nuevo porque ahora el papel de conducción le corresponde al PAN, pero en realidad es el mismo papel que tenían antes los priistas. Nada más cambiaron de representante, pero el esquema es el mismo. En este mecanismo, la corrupción no es un hecho aislado, sino un aceite necesario para que la maquinaria no se atasque. Por supuesto, esta maquinaria descansa en los hombros de la mayoría de la población. En este patético nudo de complicidades terminó la famosa transición a la democracia en Jalisco.

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