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viernes, diciembre 29, 2006

Opinión - Ramon Guzman Ramos

La saga de la derecha

La Jornada Jalisco - 29/12/06

La derecha de centro es democrática. Reivindica la democracia como un objetivo fundamental y lucha por preservarla porque forma parte de sus principios ideológicos. Desde luego que lo democrático no le quita lo antiigualitario. La derecha de centro se pronuncia por la democracia porque la ve como un régimen político que le permite acceder al poder por medio de las urnas, o permanecer en él; pero entre sus objetivos programáticos no se encuentra acabar con las condiciones que generan las desigualdades sociales y económicas.

Cuando el PAN era un partido en la oposición, prácticamente marginal, tenía a la democracia, concretamente el respeto al voto, como su bandera política central. El PAN nació cuestionando al Estado de bienestar social que sostenía el Partido de la Revolución, sobre todo cuando Lázaro Cárdenas del Río asumió la Presidencia de la República y se dedicó a aplicar algunas medidas de izquierda, como las nacionalizaciones, la reforma agraria integral y el corporativismo. Desde la marginalidad extrema, el PAN luchó por que el sistema de hegemonía política del PRI se abriera a la competencia electoral equitativa.

A finales de los 80 el régimen de partido de Estado, prácticamente único, hizo crisis hasta los cimientos. Un desprendimiento de sus propias filas se erigió en una oposición poderosa. El PAN, por su parte, tuvo también en ese momento un auge inusitado, sobre todo con la incorporación a sus filas de empresarios que habían sido castigados de alguna manera por el sistema político y económico que regía al país. Con Manuel Clouthier como candidato a la Presidencia, el PAN creció como la espuma y empezó a ganar posiciones políticas y territoriales importantes.

Pero fue hasta 2000 que, con Vicente Fox como candidato, el PAN llegó finalmente al poder, aunque fue relegado durante la campaña a un plano secundario. Fox representó en ese momento la oportunidad que tenía el país de sacudirse un régimen que había ejercido un dominio hegemónico durante más de siete décadas. El carisma del candidato panista atrajo incluso a un porcentaje considerable de simpatizantes de la izquierda electoral. Cuauhtémoc Cárdenas, que contendía por tercera vez, no tenía posibilidades reales de ganar y mucha gente se fue con la seducción del llamado voto útil.

Vicente Fox representaba el inicio a esa derecha civilizada que se proponía democratizar el país, aunque no estuviera en sus planes socializar la riqueza y el poder que se hallaban concentrados en unas cuantas manos. La alternancia democrática en el gobierno a nivel federal se daba entonces por la derecha. Fox llegó a Los Pinos con un capital político enorme. Era visto como el hombre que había sido capaz de desplazar al PRI del poder por medio de las urnas, algo que hasta no hace mucho se veía prácticamente imposible. Pero Fox dilapidó muy pronto ese capital y empezó a mostrar su verdadero talante.

No cumplió ninguna de las promesas más importantes que hizo durante su campaña y dejó a una gran parte de la población con un sentimiento de desencanto que paulatinamente se acrecentó. A final de su sexenio endureció su política y terminó por convertirse en un presidente autoritario. La derecha, ahora en el poder, sufrió un corrimiento dramático hacia el extremo. Se convirtió en una derecha extremista, que abandonó sus principios democráticos y se ha ido dejando llevar por una tentación autoritaria. Clausuró desde el poder la vía electoral para que la izquierda no la transitara y se apoderó de todos los controles electorales para usarlos a su favor.

Fue así como pudieron derrotar a Andrés Manuel López Obrador y permitir que Calderón llegara a la Presidencia. Felipe Calderón no es ni mucho menos la continuidad foxista. Desde luego que no deja de representar a esa derecha extrema que hemos estado padeciendo en los últimos años. Pero Calderón es un hombre que paulatinamente, como de hecho ha estado ocurriendo, va a demostrar que su política de mano dura va en serio. Vicente Fox llevó a la derecha al poder, pero no alcanzó a consolidarla. Es lo que hará en su sexenio Felipe Calderón. Pero habrá de sostenerse, como también se ha estado viendo, en la fuerza pública.

Una vez que logre mantener a raya los excesos del crimen organizado, lo cual le ha permitido militarizar importantes áreas geográficas y políticas del país, va a extender la misma mecánica a otras áreas de la vida nacional, como los movimientos de disidencia política. Estamos ante el riesgo de que México se convierta en una República gobernada nuevamente por el autoritarismo de una sola corriente política. La derecha ha sabido unirse y aglutinar a los sectores de la sociedad que comulgan con ella, como los empresarios, la Iglesia católica y los grandes medios electrónicos.

Desde luego que la fuerza pública no es suficiente para que un gobierno se sostenga en el poder. Felipe Calderón tendría que implementar programas que garanticen el bienestar de la sociedad, que saquen a millones de la pobreza y marginación en que se debaten, y que se abran oportunidades reales para progresar. Pero nada de esto estamos viendo. Al contrario. Con los incrementos a algunos de los productos básicos y esa infamia que se acaba de hacer con los salarios mínimos, el castigo a rubros tan importantes como la cultura y la investigación científica, las cosas no podrían mejorar. No habría fuerza pública suficiente para sostener a un gobierno que castiga hasta la hambruna y la desesperación a la gran mayoría de sus gobernados.

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