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domingo, noviembre 26, 2006

Opinión - Jorge Gómez Naredo

Ramírez Acuña en el gabinete: la lucha que comienza

Jorge Gómez Naredo

Publicado en La Jornada Jalisco -26/11/2006-

Sólo faltan horas, minutos, segundos, para que, con bombo y platillo, el gris ex gobernador jalisciense, Francisco Ramírez Acuña, sea anunciado por Felipe Calderón como próximo secretario de gobernación. La mano dura se impondrá y se echará a andar un sistema de intimidación y represión: la policía fungirá como eje central de la política de “reconciliación”; por su parte, el tolete y el gas lacrimógeno serán utilizados para respetar al intocable e incriticable estado de derecho. En Jalisco, muchos ciudadanos malinformados por la televisión, gritarán al unísono con un tono regionalista y cerril: “un jalisciense en la secretaría de gobernación”. Ufanos pensarán que Jalisco es tierra de buenos políticos: “ve nomás a Alberto Cárdenas y a Ramírez Acuña, están en las alturas”.

Los nombramientos en el gabinete de Felipe Calderón son una mezcla de deudas, lealtades e intereses a pagar. Los amarres políticos y el “llegar a acuerdos” es lo principal, sin importar los golpes bajos y las largas negociaciones internas. La fórmula es poner hombres que representan intereses minoritarios y que actuarán, durante su gestión, no en beneficio de la población, sino de ciertos grupos empresariales y políticos. En esta lógica lo que menos importa es la sociedad en su conjunto, los votantes, los más desprotegidos..., el pueblo. No se precisa conocimiento ni capacidad para dirigir una secretaría; cualquiera puede hacerlo, siempre y cuando cumpla los mandatos de sus amos. Esa es la política según el credo panista, en la cual la lucha por el poder no se da a partir del beneficio de la población, sino de quienes llevaron a tal o cual personaje a las alturas: yo te doy, tú me pagas. Una política de mentira, de simulación, de hipocresía; una política alejada de los intereses de las mayorías y cercana a los intereses de ciertas (y aristocráticas) minorías.

Ahora bien, ¿qué pasa cuando alguien, algo o algunos deciden enfrentarse a ese tipo de dinámicas “políticas”? Se cierran las puertas al poder y los caminos democráticos se estrechan: hay fraudes, campañas sucias y la televisión (siempre presente en la conformación de los gabinetes presidenciales) decide declarar inexistente una realidad común y constante. Pero, ¿y cuando esa verborrea mediática, junto con los intelectuales intolerantes cercanos a la derecha y los analistas políticos de chismes, no pueden contener el odio y la inconformidad social? Se abre paso a la represión, a la mano dura, a la respetabilidad, por sobre todas las cosas, del estado de derecho. Se habla de violentos, de enemigos de México, de peligros para el país. Se crea un ambiente de zozobra, de miedo entre la población, de esquizofrenia, todo con la intención de tener, en el momento necesario, el apoyo de ciertos (a veces muy pequeños) grupos de la sociedad para reprimir y emprender una guerra sucia de intimidación constante. Ésa será la labor, desde la secretaría de gobernación (o, muy improbablemente, desde la de seguridad) de Francisco Ramírez Acuña.

El ex-gobernador jalisciense le apostó a Felipe Calderón e hizo todo para que ganara. Creó, en el estado de Jalisco, un ambiente de linchamiento contra cualquier expresión de disconformidad y, especialmente, para contrarrestar el avance de la popularidad de Andrés Manuel López Obrador. El 2 de julio fungió como una pieza clave para estructurar el fraude en Jalisco en apoyo a Felipe Calderón. Había hecho mucho por el triunfo del panista y eso se paga; y se paga con la secretaría de gobernación.

¿Qué podemos esperar de Ramírez Acuña en la secretaría de gobernación? Nada bueno. Todo se resolverá con la fuerza. Las escenas de granaderos enfrentándose con la población civil se repetirán; la intimidación será, como actualmente se da en Jalisco, una constante en el régimen. Pero México no es Jalisco y un político tan tosco y cerril tiene pocas expectativas a nivel nacional. Entre mayor sea la represión y más intensa la guerra sucia, más fuertes serán las respuestas de la sociedad civil y de la oposición, ahora estructurada en rededor de Andrés Manuel López Obrador como presidente legítimo de México. Ramírez Acuña representa un impedimento a la libertad de expresión y un retroceso en los avances democráticos del país, pero, como su jefe Calderón, llegan al poder en medio de un cerco militar con una ilegitimidad inmensa. Sólo queda esperar, aguantar y, de manera pacífica, responder. No olvidemos que las respuestas del pueblo ultrajado no admiten conmiseración.

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